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Godín se ve superado en el salto por Boateng.
El káiser fue Godín
Semifinales | vuelta

El káiser fue Godín

El central uruguayo forzó su recuperación para liderar la heroica resistencia del Atlético ante el Bayern

nacho bolívar

Martes, 3 de mayo 2016, 22:50

«Duermo igual de bien sabiendo que tengo a Godín que si dispongo de Giménez, Savic y Lucas». Ni el propio Diego Simeone se cree lo que dijo en la previa de un duelo ante un rival imponente, en un escenario colosal. Más sincero fue el técnico del Atlético cuando dijo que tenía miedo porque siempre cree que le pueden echar al día siguiente. Y para vencer ese pánico en el corazón de Baviera, la presencia del veterano central uruguayo se antojaba fundamental. Le alistó desde que hace sólo 13 días sufrió una rotura de grado dos en los isquiotibiales.

Se marchó a los 10 minutos de San Mamés cojo, pero desde que le aplicaron hielo en la zona dañada y se quedó en el banquillo, ya se fijo la meta del Allianz Arena. Vio desde el palco del Calderón las aburridas y ajustadas victorias ante Málaga y Rayo, forzó para llegar y, seguramente, no se encontraba en plenitud cuando salió a calentar sobre el corto y rapidísimo césped del estadio de Múnich. Pero su experiencia, sobre todo si se compara con la ingenuidad y falta de destreza de su joven compatriota José María Giménez, era decisiva ante unos alemanes que centran y rematan casi todo porque tienen balas en las bandas y cabeceadores enormes como Lewandowski y Müller.

Godín utilizó tadas las armas para tratar de frenar a los teutones. No se complicó la vida, pero tampoco se dejó intimidar. Ya en el primer minuto, despejó a campo contrario el primer balón que le llegó. Patada a seguir, como en rugby. Poco después, cortó de cabeza un centro que se disponía a cabecear el ariete polaco. Estorbó en un remate a Boateng y se arrojó al suelo. Buscaba perder segundos de oro para romper el brutal ritmo del Bayern.

Tras ganarle una acción trabada a Lewandowski, le pidió paz al polaco y le dio una palmadita en el rostro para tratar de provocar su reaccion. Erró en algún despeje hacia el centro, pero imponía respeto. En la falta del gol local, fruto de un error de Giménez, trató de echar de la barrera a empujones a Müller. Y cuando este versátil atacante se disponía a tirar el penalti que desvió Oblak, se las tuvo tiesas con Ribéry. Nada, ni nadie, escapaban a su control.

Junto a Gabi, el central lideró las arengas a los compañeros tras el descanso. Si se caía en la batalla, que fuera con orgullo y dignidad por bandera. Cometió enseguida un error al tratar de dejar salir el balón de fondo y le robaron la cartera. Pero llegó a tiempo para despejar el disparo de Vidal. Llegaba casi siempre tarde a los cortes, pero lo superaba con arrojo y ese otro fútbol que maneja como pocos. Llegó el empate y se fundió en un abrazo que deseaba eterno. Se vio superado en el gol de Lewandowski, tras dejada de Vidal, pero siguió en el frente. Nada de lamentos cuando Fernando Torres ejerció de viejo atlético y erró un penalti que suponía la sentencia. Sin sufrir hasta el final, los colchoneros no existirían. El cacique estuvo imperial. Un káiser en Baviera.

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