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Cavendish, ganador de la etapa del viernes.
Cavendish gana en un reino sin rey
Séptima etapa

Cavendish gana en un reino sin rey

Se impuso a André Greipel y Peter Sagan en la última llegada para esprinters antes de París

benito urraburu

Viernes, 10 de julio 2015, 01:28

Este Tour no está siendo, ni será, tierra para esprinters. En realidad, de las siete etapas que ha tenido la carrera, sólo ha habido dos para que se pueda llegar en grupo. En un año en el que manda la montaña, la alta y la media, los hombres rápidos han tenido muy poco protagonismo y ya no lo volverá a tener hasta París, por lo que no sería extraño que muchos de ellos dejasen la carrera, salvo los que se metan en la pelea por el maillot verde, donde Peter Sagan, por sus condiciones físicas, parece tenerlo un poco mejor que el resto.

En Fougères era Mark Cavendish quien dejaba su sello, aprovechando el trabajo del Katusha, en vez de de su lanzador, Mark Renshaw. Prefirió el trabajo de Paolini y Guarnieri, que le llevaron bastante bien. Cogió la rueda de Kristoff y la jugada le salió perfecta.

Cavendish no tiene el famoso treno que le permitió sumar muchas victorias. Y lo nota. Ahora aprovecha todo lo que tiene a su lado porque el Etixx se mueve en otros parámetros, con otra forma de afrontar las grandes vueltas.

Es cierto que no lleva mala temporada, pero también lo es que muchos de esos triunfos los ha logrado en pruebas que no son del WorldTour. De hecho no conseguía ganar en una prueba de tres semanas desde hace dos años, cuando se impuso en un esprint de ocho ciclistas en el Tour. El año pasado se cayó en la primera etapa de la carrera, cerca de su casa, en el Tour que salió de Inglaterra. Un destino cruel.

El Tour, que solía marcar en cierta medida quien era el rey de las llegadas está siendo este año un reino que no tiene rey por el momento, ni lo tendrá.

Ha adquirido otro perfil, en busca de emociones distintas a las que ofrecen las llegadas. Suma 26 victorias Cavendish en el Tour. Sólo le superan en ese apartado Eddy Merckx, que lleva 34, dieciséis de ellas contrarreloj, y Bernard Hinault, que tiene 28, de ellas veinte contra el crono. Al francés le tiene cerca, pero en este Tour, como mucho, podría lograr una más.

Los años pasan, tiene 30, y dicen que los locos de los cien últimos metros, tienden a tirar más de freno, a no arriesgar, cuando tienen familia. Lo que sí hay que decir es que Cavendish ha conseguido reciclarse en un grupo deportivo en el que hay muy buenos ciclistas y muy distintos. Hablar de victorias en un corredor como el inglés no parece apropiado, pero los lugares donde ha ganado esta temporada nos llevan a esa conclusión.

Se impuso en Dubái, en etapas en Turquía y California, frente a corredores de segundo nivel. Da la impresión de que ha evitado enfrentarse a los grandes. Lo más importante que había conseguido hasta ayer era la Kuurne-Bruselas-Kuurne, una prueba belga importante para su patrocinador. Cavendish ha dejado en nada a ciclistas que marcaron una época como Mario Cipollini (doce triunfos) y Erik Zabel (otros doce).

Froome no quiso el amarillo

La otra noticia de la etapa es que la carrera salió sin maillot amarillo. Chris Froome dijo que no quería cogerlo. Si lo hubiera querido, la organización se la hubiera dado. La última vez que sucedió algo parecido fue en 2007, cuando expulsaron a Michael Rasmussen de la carrera, después de la etapa del Aubisque, la etapa del día siguiente salió sin líder. El segundo clasificado en la general era Alberto Contador.

También pasó lo mismo con Eddy Merckx en 1971, cuando Luis Ocaña se cayó con 7:23 de ventaja sobre él y tuvo que abandonar después de su caída en el puerto de Mente. Merckx no lo quiso llevar. Son los casos más llamativos.

El fin de la primera parte del Tour se acerca y a la espera de la montaña hay un buen número de derrotados en las llegadas, que han estado muy diluidas, precisamente por la falta de oportunidades.

Sin Marcel Kittel en la salida, en una decisión que parece lógica por parte del Alpecin una vez vistas las oportunidades que iba a tener, y con Nacer Bouhanni en su casa, llama la atención la ausencia de Alexander Kristoff, ganador el año pasado de dos etapas, al que no le han funcionado sus lanzadores, que han tenido varias caídas.

Quien ha cumplido con creces en su terreno ha sido André Greipel, que se ha llevado dos etapas. La primera de ellas en Zélande, al meterse en el corte principal en el que sólo tenía a Mark Cavendish y Peter Sagan como rivales. No tuvo ningún problema para derrotarles.

Peter Sagan acumula tres segundos puestos y dos terceros. Ocupa el segundo lugar en la general, detrás de Froome, es líder del maillot verde y a esa clasificación se va a dedicar. Es un malabarista en las llegadas, en las que sabe muy bien buscarse la vida, pero está muy solo y ese se paga. John Degenkolb tampoco ha encontrado su momento, aunque después de ganar la Milán-San Remo y la Paris-Roubaix, mucho más no le pueden exigir, salvo que al menos lo intente. No lleva muchos triunfos, pero lo que ha ganado es muy selectivo.

Da la impresión de que las llegadas han perdido interés para los organizadores y también que el esfuerzo que hizo Kristoff para las clásicas lo terminó pagando.

A Bouhanni no se ha unido la baja física de Mathhews, aunque si real puesto que el estado en el que se encuentra lo único que le permite es llegar a la meta. Los demás corredores rapidillos que están en la carrera, y siguen en ella, se han limitado a sumar plazas de honor, pero sin brillo, en un apartado que ha estado muy abierto y bastante desasistido. La carrera parece que ha entrado en un estado de cierta melancolía que no se romperá ya hasta la contrarreloj por equipos después de un inicio que dejó en pocos días demasiados ciclistas tocados, y no sólo a nivel físico.

Ni tan siquiera en las llegadas se puede decir que ha sido un inicio de Tour normal, porque todo ha quedado en un empate a un triunfo, lo que sabe a muy poco, en uno de los apartados estrellas del Tour. París queda tan lejos que para entonces sólo se acordarán de sus triunfos los que los han conseguido. Al menos eso es lo que se espera. En lo que llevamos de Tour, las caídas se han llevado más protagonismo que las llegadas y eso no es bueno para nadie, ni para los ciclistas.

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