Cara para Contador y cruz para Quintana

Primera ley del boxeo, del ciclismo, de la vida: nunca bajes la guardia. Cuando Nairo Quintana dobló la cima del Moncayo, a 21 segundos de Contador, se irguió sobre su bicicleta agachada de contrarreloj. Soltó la mano derecha para ajustarse la zapatilla. La primera curva del descenso se le echó encima. Pegaba el viento contra la vela de la rueda lenticular, tan rígida, tan difícil de girar. En lo que dura un chasquido ya estaba inclinado sobre el borde de la carretera, a dos dedos del brillo asesino que el sol le sacaba al guardarraíl. Quintana vivió ese instante lento previo a la caída. Se inclinó y, puro instinto de supervivencia, soltó las manos del manillar. La bicicleta se clavó contra el quitamiedos y él saltó, voló. Boca abajo. Cayó plano, seco. Tomás Amezaga, mecánico del Movistar, llegó de inmediato. Como Mikel Martínez, médico de la ronda. «¡No te muevas!». Hay que mirar el cuello. Estaba bien. Le levantaron. «¿Controlas, Nairo? ¿Controlas?». Más o menos. El colombiano pasó revista de su hombro derecho. Funcionaba. Le dolía todo. Parecía un anciano. «Estoy jodido». Había bajado la guardia y por ahí la Vuelta le metió un puño. Casi k.o. En la meta, Contador, nuevo y feliz líder, le metió otro gancho: tres minutos y medio de ventaja.

Segunda ley del boxeo, del ciclismo, de todo: más que de golpear, antes hay que preocuparse de que no te den. De esquivar y prevenir los golpes. Los 36,5 kilómetros entre el Monasterio de Veruela y Borja se resumían en subir al Moncayo y bajar por una carretera estrecha, azotada por el cierzo, hasta Borja sobre un piso donde botaban las ruedas. Contador mandó grabar en vídeo el recorrido. Lo estudió, curva a curva. Lo aprendió de memoria. «Podía visualizar cada giro», dijo. «Era complicado. Había que tomar aire entre curva y curva, y anticiparse a ellas. No se podía perder la concentración», explicó. Un pestañeo bastaba para caerse.

Contador corrió con alfileres en los párpados. Con mil ojos y «buenas piernas». Marcó el mejor tiempo en el tramo de subida: ocho segundos de ventaja sobre Valverde, reforzado ayer; once sobre Samuel Sánchez, dirigido desde el coche del BMC por quien mejor le dirige, Igor González de Galdeano; 14 sobre Urán, de nuevo candidato al podio; 21 sobre Quintana, que ya iba hacia su precipicio; 28 sobre 'Purito', que se defendía, y 29 sobre la víctima que más feliz hacía a Contador: Froome, catastrófico ayer. «No. No. No. He estado mal. Contador es el más fuerte. No sé qué voy a hacer contra él», cabeceaba en la meta el africano blanco. No maquillaba su decepción. Ni Contador su euforia: «He salido convencido de que podía estar a la par de Froome. Y le he sacado tiempo. Si me dicen esto hace veinte días...».

Nada más doblar el Moncayo cambió la Vuelta. Quintana cayó arrastrado por su error. «No me ha frenado la bicicleta», dijo en la meta. No tiene nada roto, pero tuvo que abrir los brazos, como si fueran muletas, para subir los tres escalones del autobús del Movistar. A cámara lenta. Tanto le dolía que ni localizaba el dolor. Sólo llevaba intacto su carácter. Tiene la ambición blindada: «Ahora toca empezar a recuperar el tiempo». Con Quintana decimoprimero en la general, a 3 minutos y 25 segundos de Contador, el Movistar se agarrará a Valverde, segundo a 27 segundos del madrileño.

Ventaja sobre sus rivales

La alegría de la meta se la quedaron otros. Tony Martin había ganado la etapa con 15 segundos sobre su compañero Urán y, sobre todo, había vuelto a batir a su enemigo más íntimo, Cancellara. Ahora, Contador, además de llevarle tres minutos y medio a Quintana, dispone de medio minuto sobre Valverde, un minuto sobre Urán, 1.12 sobre Anacona, 1.18 sobre Froome y 1.37 sobre 'Purito'.