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RAMÓN AVELLO
Sábado, 25 de febrero 2017, 00:22
El 'Mosaico de sonidos' es también un iceberg sonoro. Bajo esa 'Flor más grande del Mundo', la composición de Emilio Aragón que los espectadores escucharon ayer en el Auditorio Príncipe de Asturias, están sumergidos sesiones de trabajo, talleres y ensayos musicales, con músicos de la OSPA y de Oviedo Filarmonía, pero también un grupo de intrépitos invitados. Porque ayer, tan importante como la melodía era la coreografía, protagonizada por un ramillete de chavales con la música como sueño común, pero muchos otros sueños individuales. Ellos mismos se presentaron y contaron sus deseos para el futuro. Belén quiere vivir sola, Alba, un descapotable rosa; Sara quiere tocar el ukelele y a Daniel le gustaría conducir un autobús. Sueños que podrán hacerse realidad, como ayer se hizo el que compartían: ofrecer un concierto y demostrar que el que persevera, los consigue. El público aplaudió con emoción y calidez el resultado de un concierto muy singular, sobre un original proyecto que cuenta con la colaboración de la Fundación BBVA, la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas y Plena Inclusión, la organización que representa en España a las personas con discapacidad intelectual.
Previamente al concierto se proyecto un cortometraje dirigido por Ángeles Muñiz, en el que se muestran los trabajos y quehaceres de todo este proyecto. Fundamentalmente su intención es de la contribuir al desarrollo personal y la integración social a través de la música. De una aventura, un concierto insólito, tanto por los intérpretes -músicos de la OSPA y de la Oviedo Filarmonía y personas discapacitadas bajo la dirección de Óliver Díaz-, como por la primera obra interpretada: 'La flor más grande del mundo', ilustración musical firmada por Emilio Aragón a un sencillo cuento de José Saramago. Sus páginas narran la historia de un niño que encuentra cerca de su casa una flor marchita; el niño la cuida, la riega, la mima, y al final, esa flor marchita le protege con sus pétalos. En la obra había una adaptación o un color asturiano. Al comienzo tomó el escenario un joven gaitero que interpretó el 'Chalaneru'. En otra parte se introducía sobre el relato hablado del cuento, música popular asturiana, como 'A coger el trébole', de John Falcone, fagotista de la OSPA, y 'Danza prima' de las 'Escenas Asturianas', de Lauret.
En la segunda parte, Oliver Díaz dirigió con mucha brillantez y con esa mezcla de color ruso y sutileza francesa los 'Cuadros de una Exposición', la obra de Mussorgsky orquestada por Ravel. Un buen complemento para el mosaico, que llenó de emoción a sus jóvenes participantes. Ya en la calle, con las luces del Auditorio Príncipe casi apagadas, se felicitaban unos a otros: «¡Qué bien lo hemos hecho!». Y se fueron en busca de nuevos sueños que hacer realidad.
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