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ALBERTO PIQUERO
Domingo, 2 de octubre 2016, 00:56
Tiene Stefan Pop (Bistrita, Rumanía, 1987) una risa contagiosa y ancha, en la que manifiesta una personalidad muy cordial. Va salpicando las extensas respuestas de anécdotas y se muestra muy cercano al interlocutor, en las antípodas de cualquier divismo. Procedente de una familia modesta, dice que todos somos iguales ante Dios. El próximo día 9 de octubre será Fausto, en la obra de Gounod que abre la segunda representación de la temporada de ópera de Oviedo (19 h.), después del éxito obtenido en la apertura con 'Mazepa'. Habrá funciones también en las fechas del 11, 13, 14 (en este caso, a cargo del elenco joven) y 15 de octubre (20 h.)
Usted fue estudiante de violín antes que cantante, ¿a qué se debió el cambio de registro?
Estudié violín durante doce años, desde muy niño. Y también piano y cantaba en el coro de la escuela. A los catorce años, ya fui a la academia de música, al tiempo que tocaba en bodas y banquetes. En una de esas ocasiones, se puso enfermo el cantante y lo sustituí. Mi sueño era cantar el folclore rumano. Lo hice durante cuatro años, hasta que mi maestro de canto me dijo que tenía una voz parecida a la de Pavarotti (se ríe) y empecé a ganar concursos nacionales de canto. El debut profesional fue con 'L'elisir d'amore' (Donizetti), en 2009.
¿La voz es un reflejo del alma?
Puede ser. Tener una hermosa voz es un regalo de Dios. Y una gran responsabilidad, porque debes comunicar tu corazón con el corazón de la gente. Cuando vienen espectadores a tu camerino después de la representación, agradeciéndote lo que les has dado, a veces llorando, me olvido de todo.
Sin salir de 2009, encarnaría el papel de Alfredo, de 'La Traviata' , en el Teatro de la Ópera de Roma, dirigido por Franco Zeffirelli...
Fue muy importante. Trabajar con Zeffirelli era algo que no podía imaginar. Además, tuve que aprender el papel en solo cuatro días. En la primera función, me quedé en blanco... Desde entonces, he hecho doscientas veces el papel de Alfredo.
Casi a renglón seguido, en 2010, ganaría el certamen de Operalia, cuyo mentor es Plácido Domingo. ¿Qué recuerda de aquella experiencia?
Una semana antes había ganado otro concurso en Seúl. Y llegaba en pleno 'jet lag', agotado. Plácido Domingo estaba en el escenario y yo me apoyé en el piano para cantar 'Una furtiva lacrima' , tratando al maestro con mucha confianza, el coraje de la inocencia. Los compañeros me decían: «¡Cómo le hablas así! ¡Te va a echar!». Antes de la última ronda, de los doce finalistas solo pronunció once nombres. «Hay uno que no encuentro», comentaba jugando. Era mi nombre. «¡Ah, sí, es el rumano!», acabó desvelando. Recibí el primer premio y también el del público, dirigido por Plácido Domingo. Fue una experiencia enorme. Operalia me abrió las puertas del mundo, de todos los teatros. Solo me falta el Metropolitan (Nueva York), a donde no he podido ir por problemas de fechas. Plácido no es solo un tenor extraordinario, sino el mejor de los músicos.
No es la primera ocasión en la que se pone en la piel de Fausto. ¿En cada una de ellas es diferente?
Es la cuarta vez, con distintas producciones, en Bucarest, en Hong-Kong, en Croacia... Y cada ocasión es nueva. Esta es una producción excelente, moderna sin ir al extremo. Para mi la partitura es la Biblia. La historia de Fausto, el pacto con el diablo, que es intemporal, facilita una adaptación moderna; pero cuando llegamos al dúo de amor es un dúo de amor... Y en lo que se refiere al vestuario, nunca hasta ahora me había cambiado cinco veces de traje en una ópera (vuelve a su risa franca)...
¿Nos adelante algo de la escenografía?
Es muy imaginativa, pero sin complicaciones, sin pretender descubrir América. El público reconocerá lo que se cuenta. Además, la gente de Oviedo, por lo que voy viendo y escuchando, es muy culta.
Alfredo Kraus hizo un Fausto en el Campoamor. Y también ha estado en el repertorio de Plácido Domingo. ¿Cuál es su opinión acerca de esos precedentes?
No me gustan nada las comparaciones y, por otro lado, son voces que no guardan similitudes. La de Kraus es más romántica y con una técnica perfecta. La de Plácido Domingo tiene una coloratura más oscura y poderosa.
¿Ha estado en España antes?
Sí, en Menorca, cantando 'La Traviata'. Allí establecí el contacto con Javier Menéndez que me ha traído hasta aquí. En octubre estaré en el Teatro Real, de la mano de 'Norma'.
¿Qué nos enseña 'Fausto'?
Que nada de lo material es importante, que lo que necesitamos son besos y abrazos. Es una ópera que despierta conciencias.
¿Ha sido fácil para alguien que viene de orígenes humildes integrarse en la órbita operística?
Es una órbita difícil, pero para mí ha sido fácil. Creo que todos tenemos un destino y que todos somos iguales ante Dios. Y cuando salgo a escena, pongo mi corazón al completo y cuanta energía soy capaz de entregar. Amo la música.
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