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RAMÓN AVELLO
Martes, 31 de mayo 2016, 00:26
La zarzuela de Federico Moreno Torroba 'La marchenera' se ha representado muy poco. De hecho, en las veintitrés temporadas de zarzuela en Oviedo esta es la primera vez que sube al escenario del Teatro Campoamor. Sin embargo, su calidad musical, con preludios y romanzas muy conocidas, es incuestionable, como se pudo ver y oír ayer en el coliseo ovetense. Buena entrada de público, que aplaudió esta peculiar representación.
Esta versión de 'La marchenera' se podría calificar de concierto dramatizado o representación semiescenificada, es decir a caballo entre el concierto y la representación dramática. En la concepción del dramaturgo y director de escena Javier de Dios, la acción dramática no se representa, sino que se cuenta. Para ello, inventa un prólogo en el que dos personajes, un escritor novel, Serafín Bravo, y un afamado empresario, Blas Cantero, ataviados a la moda de finales de los años veinte -la fecha del estreno de 'La marchenera'- dialogan y van presentando lo que en ese momento sería un proyecto de zarzuela. Un recurso que, en el transcurso de la obra, se acaba haciendo un poco pesado.
Las ventajas de esta semiescenificación son, en primer lugar, la economía, ya que con pocos medios, se resuelve la escena; la segunda, que no se pierde el vínculo dramático y la tercera, y probablemente la más importante, es que la música pasa de una forma total al primer plano. La desventaja es que ralentiza la acción y prácticamente se carga toda la parte cómica de la obra. El texto de Javier de Dios introduce cuestiones sobre la modernidad frente a la tradición teatral que añaden aún más confusión al libreto original. En definitiva, no llega a aclararse la trama.
Es la música el principal motor, casi el único junto a Carlos Álvarez, de esta versión de 'La marchenera'. Una música que comienza por la dirección firme y detallada de Miguel Ángel Gómez Martínez al frente de Oviedo Filarmonía y la Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo. Se percibe que conoce muy bien la obra, con momentos francamente brillantes. Especialmente, el preludio del tercer acto. El coro tiene una función concertante, un poco en segundo plano, pero cantó con afinación y corrección.
El elenco de cantantes estuvo sostenido por la calidad de Carlos Álvarez, al que ya escuchamos plenamente recuperado hace algo más de un año en su papel de Sumo Sacerdote de 'Sansón y Dalila'. En 'La marchenera' interpreta a un Conde de Hinojosa rotundo, muy seguro en escena, con una línea de canto muy bien vibrada ya desde su romanza de presentación, 'Caballero veinticuatro'. Fue siempre muy aplaudido y dio seguridad a los concertantes en los que intervino.
Rocío Ignacio, muy adecuada en el papel de Valentina, la hija del conde. Fue aplaudida en su famosa petenera 'Tres horas antes del día'. Es el suyo un papel que dramáticamente no tiene ninguna verosimilitud, pero cantó bien. Es una soprano con cierto poderío. «Paloma La marchenera, la más guapa y repulía que pisa el suelo bravío de toda la Andalucía» fue interpretada por una Susana Cordón que no estuvo especialmente brillante. Tal vez la tesitura, que explora mucho los registros medios y graves de una soprano, no es adecuada para su voz. Estuvo con una emisión pobre que deslució su papel.
Sergio Escobar da un buen empaque vocal a Félix de Samaniego, que hizo en Oviedo de Ismael en el último 'Nabucco'. Su problema es que en ocasiones es demasiado pletórico en los finales de frase. Tiene unas grandes cualidades de tenor, y también resistencia, pero algunas veces debería modelar las dinámicas, sobre todo en los registros pianos. Entre los secundarios gustó Hevila Cardeña, en el papel de Taravilla. Lo que ocurre es que por la propia concepción escénica todo el andamiaje cómico estaba muy recortado. Cantó bien la pavana chotis 'Yo en Madrid de damisela'.
Hay que decir que esta es una zarzuela muy difícil, con un libreto desquiciado, que esta versión no logra clarificar. Sin embargo, hay números muy atractivos y, en este caso, una actuación muy sólida de Carlos Álvarez. Su presencia llenó la escena y fue ovacionado. Para el resto hubo prolongados aplausos, sin gran entusiasmo, y un ramo de flores dirigido a la soprano que cayó sobre los músicos. La gente se fue a casa contenta tras una nueva noche de zarzuela.
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