Oviedo se rinde al talento de Lang Lang

Excepcional acogida ayer, en un Auditorio Príncipe Felipe en el que hacía ya varios días que se habían agotado las entradas, al gran pianista chino Lang Lang. Un público variopinto, dispuesto a ovacionar ya desde el momento de la presentación del músico, no salió decepcionado. Todo lo contrario: lo despidió puesto en pie y con una prolongada ovación. Mucho más juvenil de lo acostumbrado y con visible presencia asiática, el público ovetense, al que el músico chino saludó ceremonioso, se mostró más acatarrado de lo conveniente, especialmente en la primera parte del recital.

Indudablemente, el fenómeno Lang Lang transciende al intérprete de música clásica para convertirse en un fenómeno mediático. En Oviedo hemos escuchado a pianistas más personales y técnicamente a una altura similar, como Sokolov, que nos ofrecieron conciertos arrebatadores con programas con una intención musical mucho más definida que el que ayer, pero que no tienen la garra y el tirón popular de Lang Lang. Al margen del campo de la música pop y las estrellas del canto, la historia del piano nos presenta también algunos casos de divos en el teclado. Por ejemplo, a principios del siglo XX el pianista polaco Jan Paderewsky, que pasó de interpretar a Chopin, a presidir el gobierno de Polonia. Como Paderewsky, Lang Lang es muy joven -treinta y tres años-, y además de pianista es una persona con compromisos educativos y humanitarios. Pero sobre todo, es un pianista excelente quien ya a los once años había sorprendido al mundo del piano al obtener varios galardones internacionales. Técnicamente superdotado, afectivamente comunicativo, y socialmente cercano, ayer ofreció un concierto de gran virtuosismo, pero también de una excelente musicalidad expresiva.

El programa que trajo a Oviedo se puede calificar de ecléctico. Es el programa de la última grabación del pianista para la Sony. En realidad no había lo que se podría llamar una línea argumental, sino una suma de diferentes autores y estilos interpretados con una belleza sonora modélica. Abrió el concierto el ciclo 'Las estaciones', de Chaikovski, colección de doce piezas evocativas de los doce meses del año. A estas piezas se han denominado 'cromos de calendario', musicalmente no son precisamente originales ni técnicamente complejas, por lo que están al alcance de un pianista medio. Por eso el lirismo, los diálogos melódicos, los efectos como el 'eco' que se sugiere en la barcarola 'Junio', una de las piezas más populares, o el claro contrapunto que Lang Lang supo extraer a 'Octubre: canto de Otoño', fue de una belleza excepcional.

La segunda obra del programa fue la versión del 'Concierto italiano para clavecín solo', de Bach. La obra fue muy rica en planos dinámicos, sugiriendo siempre la oposición del 'tutti soli', característica del barroco italiano. El segundo movimiento, un andante, fue un prodigio de lirismo exquisitamente cantado con la mano derecha sobre un tapiz imperturbable, que era el bajo que realizaba la mano izquierda.

En la segunda parte, Lang Lang interpretó los cuatro 'Scherzzos' de Chopin, estas complejas piezas ampliamente desarrolladas y de una fantasía desbordante. Fue un Chopin muy lírico, quizá menos elegiaco que otras versiones, pero exquisitamente elegante y sobre todo muy matizado y bien cantado. Fue manifiestamente compacto el tercer 'scherzzo' con una técnica desbordante en las melodías realizadas por octavas paralelas. Como propina, ante los aplausos incesantes del público, Lang interpretó el 'Vals brillante' de Chopin con mucha soltura y algunos rasgos de espontaneidad y dejó para despedirse el bellísmo 'Intermezzo' del compositor mexicano Manuel Ponce, delicadísima versión que puso a todo el público en pie.