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PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
Domingo, 7 de junio 2015, 00:44
Orbayaba sobre los santos de la Laboral y, mientras un grupo de visitantes escuchaba las explicaciones del guía, atechado bajo los soportales, atravesaron el patio dos violines, seguidos de un fagot y un violonchelo. Bordearon la iglesia y a la puerta del Conservatorio de Música de Gijón se les unieron un clarinete y una viola. La procesión de instrumentos seguía escaleras arriba hasta la sala de ensayos de la segunda planta. Sin duda, habían sido citados allí para un encuentro importante.
Aprovechando un descuido, nos colamos en la sala. El ambiente parecía distendido y cordial. Los violines se saludaban desplegando sus arcos, las trompas alzando su enorme boca y las flautas bailando en el aire. A una de estas le escuchamos en un susurro la razón por la que habían sido convocados: «Estoy muy ilusionada -le confesó a una compañera-. No todos los días se asiste al primer ensayo de una orquesta».
La Orquesta Filarmónica de Asturias celebraba así ayer el primer ensayo del concierto con el que se presentará al público el 21 de junio en el Teatro de la Laboral. Era también el primer encuentro formal entre los cincuenta y ocho jóvenes músicos que participan en el programa inaugural de la formación. Mientras los instrumentos y los instrumentistas se iban conociendo o reencontrando, nos servimos de la cordialidad de esos momentos iniciales para preguntarle al director titular de la Filarmónica, Antonio Ribera Soler, por las expectativas que albergaba en este proyecto. «Las mejores», afirmó con rotundidad. «Contamos con unos músicos de un gran nivel y con muchas ganas de tocar».
Optimizar todo ese caudal de talento y ofrecer una primera salida profesional a los jóvenes instrumentistas asturianos es uno de los principales objetivos de la nueva orquesta. Su director, un profesional con acreditada experiencia docente y como director de diversas agrupaciones musicales, se muestra ilusionado ante el reto de poner a andar a la Filarmónica de Asturias. El concierto del día 21 «será espectacular», anuncia Ribera.
Poco a poco, la sala de ensayos del Conservatorio se ha ido quedando pequeña con la llegada de los músicos. El local es amplio, aunque la impresión que da a quien no acostumbra a introducirse en los ensayos de una agrupación filarmónica es la de que ya no cabría aquí ni un solo curioso más. Los contrabajos se agrupan frente a la puerta, imponiendo su presencia, como porteros de seguridad.
Al instrumentista de uno de ellos le formulamos la misma pregunta que al director de la orquesta. René Inspierto asiste ilusionado al primer ensayo de la formación: «Creo que era una necesidad para Asturias, donde siempre es poco todo lo que se haga por la música». Ha tocado con la Joven Orquesta del Principado de Asturias (JOSPA) y con la Orquesta de Cámara de Siero (OCAS) y considera una buena oportunidad la que ahora se le ofrece en la Filarmónica: «Todo lo que sea trabajar, bienvenido sea -confiesa- y, en este caso, tengo muchas ganas de que funcione».
Para Claudia Pérez, instrumentista de viola de Oviedo, tampoco será esta la orquesta en la que debute: antes ha tocado en la Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid, entre otras. La puesta en marcha de la nueva agrupación le parece «una buenísima idea». «En Asturias hay pocas orquestas y creo que es una oportunidad excelente para que los jóvenes músicos puedan formarse, adquiriendo a la vez un rodaje hacia la profesionalidad», subraya.
En la Filarmónica de Asturias hay tres clases de músicos, explica Antonio Ribera Soler: por una parte están los profesionales, que ya cuentan con la experiencia y la formación de haber participado en otras orquestas; además hay también un nivel de instrumentistas semiprofesionales y, finalmente, están los alumnos de los últimos cursos del Conservatorio Superior.
Olaya Álvarez y Susana Feito pertenecen a esta última categoría. Estudiantes de 6º y 5º, respectivamente, acaban de llegar al ensayo y se apresuran a sacar sus violines. Susana no disimula la ilusión que le ilumina la cara en el comienzo de esta etapa para su formación, mientras que su compañera Olaya esboza un comentario crítico acerca de la realidad cultural de nuestro país: «La situación para la música es muy mala, para la cultura en general». La orquesta en la que debutan, coinciden ambas, va a ayudar a que los jóvenes como ellas «se puedan formar al lado de profesionales y aprender de ellos».
El director hace valer su autoridad, sin necesidad de golpear con la batuta en el atril, para que todos los músicos centren su atención en el comienzo del ensayo. Los instrumentos cesan en sus murmullos coloquiales y el silencio se adueña de la sala. Ya no aparenta ser tan pequeña cuando se elevan los primeros acordes del Allegro con brio de la Quinta de Beethoven.
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