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ALBERTO PIQUERO
Miércoles, 10 de mayo 2017, 00:07
No es insólita en el mundo literario la biografía de escritores que, procediendo de la poesía, derivan hacia la narrativa y que, en algunos casos, acaban cultivando los dos géneros. Algo más infrecuente es el que la primera novela que abordan sea reconocida por un galardón de prestigio. Y esa es la circunstancia que ejemplifica Isabel Bono (Málaga, 1964), quien, después de haber suscrito varios poemarios exitosos, ha sido reconocida por el Premio Café Gijón 2016, concedido a 'Una casa en Bleturge', cuya obra fue presentada ayer en el Ateneo Jovellanos a instancias de la institución que la acogió y del Aula de Cultura de EL COMERCIO.
Introdujo el acto el vicepresidente del Ateneo Jovellanos, Luis Rubio Bardón, quien recordó que el jurado del Premio Café Gijón, presidido por Rosa Regás, consideró por unanimidad «la indudable calidad» de 'Una casa en Bleturge', así como «su originalidad y exigencia».
Completaron la mesa el jefe de área de Cultura y Sociedad de este diario, Miguel Rojo, y la propia autora, manteniendo ambos un diálogo ameno y fecundo alrededor de la novela premiada.
Destacó inicialmente Miguel Rojo las características formales de una creación que articula sus capítulos «casi al modo de microrrelatos, cada uno de los cuales adquiere sentido por sí mismo», puestos al servicio de «una trágica historia familiar, teniendo al fondo la muerte de un hijo». El enfoque se ofrece «desde distintos puntos de vista, aunque el principal sea el de la madre». Y el conjunto «apasiona porque está muy bien escrito, excelentemente urdido, y retrata de forma profunda y verosímil a los personajes».
Preguntada acerca de la manera en la que surgió la idea novelística, Isabel Bono explicó que empezó por su atención a las cosas que oye en la calle. Y que, proviniendo de la poesía, al principio, no pensaba darles cuerpo narrativo. Hasta que estimó la posibilidad de realizar una estructura unitaria. «Me di cuenta de que estaba hablando del dolor y la soledad. Y qué mayor dolor que el de la muerte de un hijo». Una vez asimilados esos aspectos, emergieron «una madre generosa, un padre egoísta y cínico que culpa a su hija de la muerte de su hijo y la propia descendiente, un poco frívola».
En el coloquio, matizaría acerca de los sentimientos que hoy le suscita esa hija: «Ya la voy viendo con otros ojos».
El tratamiento que otorga a los personajes es «a través de los detalles, que es donde se ve cómo somos de verdad». Y, a ese propósito, aludió a la figura de la madre, perfilada en gestos sencillos y reveladores, «la forma en la que limpia la casa, sus pensamientos, cómo pela una naranja...». Ampliando su metodología o inspiraciones literarias, dijo: «Llevo toda la vida escuchando, lo aprovecho y lo reciclo todo en literatura». Y una de esas fuentes la encuentra «en los trenes de cercanías».
Miguel Rojo leyó las líneas que dibujan a los protagonistas de 'Una casa en Bleturge' en sus primeras comparecencias. E Isabel Bono hizo su personal interpretación de la madre. «Ser madre, lo que yo no soy, te convierte en otra cosa, en el ser más fuerte de la Tierra. Mi propia madre me ha contado que era tímida y tenía miedo a todo, pero que, desde que habíamos nacido sus hijas, desapareció cualquier temor».
En cuanto a la originalidad que le adjudicó el jurado del Premio Café Gijón a su novela, arguyó Bono: «Intento ser lo más fiel posible a lo que me pasa por la cabeza y por eso no uso guiones en los diálogos, porque no pensamos con guiones. Pero para ser original basta con ser uno mismo. Todos somos únicos, como nuestras huellas dactilares».
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