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ALBERTO PIQUERO
Lunes, 12 de diciembre 2016, 00:54
Natural de Madrid, donde vino al mundo en 1969, Rafael Álvarez Avello posee raíces asturianas profundas, concretamente en el perímetro de Luarca. Recién publicada su primera novela, 'Recuerde el alma dormida', alusión al conocido inicio de las 'Coplas' manriqueñas, uno de los primeros destinos a los que acercó la obra para su presentación fue la tierra a la que pertenece su genealogía.
Aunque usted es abogado y profesor universitario, parece que la vocación narrativa ha estado siempre presente, desde que su madre le contaba historias siendo niño...
Mi madre es una gran contadora de historias y desde niño la he visto utilizar su enorme capacidad narrativa para contar anécdotas familiares dándoles, casi siempre, un tinte cómico. Pero, por encima de cualquier cosa, lo que sabe mi madre es que la mejor manera de transmitir una idea por muy abstracta que sea, o una lección difícil, es a través de una buena historia. Fue profesora durante muchos años.
'Recuerde el alma dormida' es su primera novela publicada. Pero, ¿cuántos tinteros, por así decir, ha consumido para llegar a editarla?
Tardé en escribirla diez años, desde 1999 hasta 2009, durante ese tiempo la cambié cuatro veces casi en su totalidad y, aparte, he hecho muchísimas correcciones a cada versión. Creo que hasta cierto punto es lo normal, nadie es escritor hasta que ha escrito su primer libro y no hay más remedio que aprender a base de errores y de rectificaciones.
El título de la obra remite al verso de las 'Coplas por la muerte de su padre', de Jorge Manrique. ¿A qué obedece esa referencia?
La novela cuenta la vida de Jorge Manrique, el poeta de las 'Coplas', que son para muchos la mejor poesía de la lengua castellana. Pero él no era un poeta ni un filósofo, era un caballero al que le tocó pelear en las innumerables guerras de Castilla en el siglo XV. De forma que Jorge no sólo compone un gran poema, sino que además cuenta una historia. La historia de su época que fue muy convulsa, apasionante y cuyos efectos duran hasta hoy.
El tiempo histórico que relata nos lleva al final del reinado de Juan II y la aparición en escena de los Reyes Católicos. ¿Nos traslada al nacimiento de España?
Yo entiendo que sí, que de esa unión de los reinos de Castilla y Aragón acabó naciendo España, pero entonces era una España 'embrionaria' en la que quedaba mucho por hacer y por unir. La corte castellana desconfiaba de la de Aragón y viceversa. Hasta entonces, como buenos vecinos, lo que habían hecho fundamentalmente era pelearse.
En el eje, las dos Castillas. ¿ Castilla es un personaje más de la novela? Y de ser así, ¿en qué sentido lo es?
Castilla no es sólo un lugar en el que se produce la acción, sino que es la que provoca la acción, la que le da sentido. Castilla no es un territorio sino una cultura, una forma de ser, que impregna a todos los que la habitan y los marca.
De otro lado, una figura fundamental de las páginas es Isabel la Católica, que usted trata de un modo menos convencional que aquel que se muestra en la historiografía al uso. ¿Cuáles fueron los valores esenciales de la Reina Isabel?
Muchos, sin duda, aunque yo defiendo que su mayor valor fue el ser más lista y tener más sentido de Estado que todos los hombres juntos con los que tuvo que luchar y que sólo buscaban el poder para su beneficio. Isabel lo tenía todo en contra, pero se impuso por su inteligencia y por su feminidad. Si se me permite la acotación amable, la única arma contra la que los hombres no tenían, ni tenemos, nada que hacer. Eso es intemporal.
¿Reproduce el lenguaje de la época, con los matices de actualización indispensables?
En realidad el lenguaje es moderno, creo que es imprescindible que el lector pueda leer de forma confortable, sin perderse el significado de ninguna palabra. Pero he tratado de cuidar mucho el lenguaje y, quizá, el resultado pueda resultar un poco antiguo, quizá poético.
Resulta inevitable preguntar en estos tiempos por la España invertebrada de la que habló Ortega. Analizada la cuestión desde la perspectiva de 'Recuerde el alma dormida', ¿a qué se debe nuestra incapacidad de vertebrarnos?
Nos gustan los extremos, blanco o negro, todo o nada, y creemos que si una solución no es buena es que es necesariamente mala. Los españoles entendemos mal que el equilibrio es siempre imperfecto y que además, para lograrlo, debemos ceder en algo que nos duela. También somos vehementes y, hablando a gritos, es difícil entender que los seres humanos tenemos muchas más cosas que nos unen que las que nos separan. Sólo ante las grandes catástrofes nos damos cuenta.
Ha estado presentado la novela en Asturias. ¿Alguna anécdota -o categoría- de la experiencia vivida?
Mi familia es de Luarca y allí vamos siempre que podemos. En Luarca nos conoce bien mucha gente pero, los que no son tan cercanos, no nos distinguen porque somos siete hermanos muy seguidos. De forma que uno de mis hermanos, el que más se me parece, recibió todo tipo de felicitaciones después de la presentación. «¿Y tú qué hiciste, Juan?» - le pregunté yo-. «Nada. No sacarles del error y dar las gracias. ¿Qué querías que hiciera ante gente tan efusiva?». «¿Y si te preguntaban algo de libro?» - le insistí -. «Contestarles como si fueras tú que te tengo muy oído».
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