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VANESSA GUTIÉRREZ
Domingo, 3 de abril 2016, 01:12
«Un escritor tiene la obligación de saber, mientras que un informador tiene el derecho a preguntar. Por eso yo creo en la ficción creada a partir de las herramientas que ofrece el oficio del periodista». La escritora Laura Restrepo (Bogotá, 1950) no titubéo ayer a la hora de explicar en el Auditorio del Centro Niemeyer el inexistente linde que separa periodismo y literatura: «Como toda frontera, es una construcción y una imposición más que una realidad». No en vano, con los mimbres extraídos de ambas ramas de la capacidad de narrar, la colombiana, cual cestera que se sabe heredera de la tradición literaria del universo hispanohablante -alta o baja cultura, Restrepo no hace distinción-, ha ido tejiendo una bibliografía en que destacan títulos como 'La isla de la pasión', 'Delirio' o el recién editado por Alfaguara 'Pecado'.
Protagonista del VI Encuentro de Clubes de Lectura de las Bibliotecas Públicas de Asturias, organizado por el Grupo de Animación a la Lectura en colaboración con la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Avilés, la Consejería de Educación y Cultura del Principado de Asturias y la editorial Alfaguara, no defraudó ante sus seguidores, a quienes fue resolviendo las cuestiones que planteaban con una inteligencia, humor y maestría en el arte de contar a la altura de las expectativas generadas por sus obras, así como por su condición de legataria de la escuela del realismo mágico y de la denominada novela sicaresca. Frente a una audiencia de más de seiscientas personas, Restrepo no se olvidó de invocar a Andersen en el Día Internacional del Libro Infantil; reivindicó a la asturiana Corín Tellado como «trabajadora incansable que abrió las puertas al prohibido tema de la intimidad femenina», e invitando a todas las escritoras a trascender los límites impuestos, recordó a la Marguerite Yourcenar que afirmaba que «la buena literatura está por encima del género. En buena medida, incluso por encima del género humano».
Agradecida y «maravillada» por una cita única que lleva la literatura a los grandes escenarios «como si fuese un concierto de rock», recordó que «un libro no existe hasta que un lector lo toma en sus manos y se apropia de él». Avilés ayer fue prueba de dicha vitalidad y ejemplo de lo relevante de la labor que llevan a cabo las bibliotecas públicas.
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