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PACHÉ MERAYO
Sábado, 1 de noviembre 2014, 00:16
Lleva meses recorriendo el mundo, ocupando las pantallas de los festivales internacionales con los rostros de los mineros de Asturias: 13 certámentes en cartera. Seis ya celebrados, siete por delante. Las salas oscuras no comerciales empiezan a parecer su segunda casa. Se titula 'ReMine, el último movimiento obrero' y es la película documental del gijonés Marcos Martínez Merino, que narra la huelga minera de 2012, con sus protestas callejeras, enfrentamientos sobre el asfalto y caminata de Asturias a Madrid. Una película que de tanto viajar de un país a otro, sola, sin su autor explicando sus planos -porque no hay economía que sostenga esa agenda, de México a San Petersburgo-, «tiene», dice Martínez Merino, «vida propia». En realidad ya la tenía antes de coger trenes y aviones sin acompañante. La cuestión es que ahora, después de tanto aplauso foráneo, podrá recibirlos en casa. En unos días esos rostros, que tratan de dibujar juntos «el retrato de un personaje colectivo», ocuparán morada allí donde solo se les esperaba en sueños: las carteleras comerciales. «Hemos peleado mucho», se apresura a contar su autor, feliz por la «hazaña», que tendrá hasta premier. En la Cuenca. No podía ser de otro modo. Su estreno oficial será el 21 de noviembre, una jornada después de que los protagonistas copen el cine Caudalia como invitados de lujo y preestreno. Cinco jornadas más tarde de que el Centro Niemeyer haga una introducción institucional (día 16) y alguna más desde que el Festival de Cine Europeo de Sevilla, al acude con dos títulos (el otro es 'A noite e necesaria') brinde a sus entrañas del Norte los primeros aplausos andaluces. Y todo esto manteniendo su título en las carteleras. «También en las de Madrid», advierte Martínez Merino, que todavía no acaba de creer del todo haber logrado traspasar el umbral prácticamente inaccesible para los documentales del cine comercial.
'ReMine', con una hora y 41 minutos de metraje, cuatro meses de grabación diaria y cinco de montaje a cargo de Ana Pfaff («catalana para mantener la mirada objetiva, que para la subjetiva ya estaba yo», dice el director), fue financiada mayoritariamente con las ventas de 'Resistencia minera', libro del propio Martínez Merino y del fotógrafo pulitzer Javier Bauluz. El resto lo pusieron «decenas de voluntarios que colaboraron generosamente en la producción». También hubo una pequeña parte autofinanciada. Nadie quiso ver un solo euro público, ya que «la independencia económica y creativa eran determinantes para contar en libertad una historia con tantas aristas políticas y emocionales».
Una historia que, al final, muestra un dibujo colectivo de los mineros asturianos, realizado desde un punto de vista «nada invasivo». De hecho llegó un momento que el director y su cámara, que llegaron a ser solo uno, «parecían un elemento más de la protesta. Éramos como un mueble que no estorbaba», algo, al parecer, necesario para cumplir «un ejercicio de reivindicación del colectivo, una historia universal sobre la dignidad de los trabajadores, una invitación a participar en un universo prácticamente desaparecido en Europa». De ahí lo del 'último movimiento obrero'.
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