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Carmen Fernández Ochoa, ayer en el salón de actos de la UAM. IÑAKI MARTÍNEZ
Carmen Fernández Ochoa se jubila de la docencia, pero «nunca» de la investigación

Carmen Fernández Ochoa se jubila de la docencia, pero «nunca» de la investigación

«Tengo mil frentes abiertos que me obligan a seguir en activo», dice la catedrática que ya es emérita y ayer dio su última clase entre aplausos en la Autónoma

PACHÉ MERAYO

GIJÓN.

Miércoles, 23 de mayo 2018, 00:20

No fue en el aula donde lleva años impartiendo conocimiento y pasión, sino en el salón de actos. Un lugar enorme en el que no que quedó libre una sola butaca para escucharla una última vez. Para aplaudir la docencia, el saber y los recuerdos de Carmen Fernández Ochoa, ya catedrática emérita de la Universidad Autónoma de Madrid, que daba a patio lleno una clase que fue un adiós. Eso sí «un adiós a las aulas. De la investigación no me jubilaré nunca», decía tras los aplausos y las emociones. «No me lo puedo permitir, ni quiero permitírmelo. Tengo mil frentes abiertos que me obligan a seguir en activo». Algunos siguen en Gijón, donde en los años ochenta emprendió el gran proyecto arqueológico de la ciudad, que permitió sacar a la luz las Termas Romanas del Campo Valdés o la casa de Veranes, y que «se mantiene vivo». De hecho «aún queda bastante material inédito por mostrar, datos por aportar, pero no hay dinero, ni siquiera para seguir estudiando. Cuando se hallan restos, después hay que limpiarlos, clasificarlos, analizarlos, ponerlos en su contexto». De hecho, Fernández Ochoa espera que el Ayuntamiento decida apoyar a el proyecto que ahora quiere centrarse en «dibujar y seleccionar los últimos hallazgos en la plaza del Arcipreste Piquero y también en la cocina de Veranes».

Lejos quedan aquellos tiempos en que la arqueóloga iba a trabajar cada mañana y cada tarde entre el sonido de las caceroladas de los vecinos del Náutico que temían porque aquello que demostró los orígenes altoimperiales de Gijón fuera, al término de las obras de excavación, a tapar literalmente la iglesia de San Pedro. «Que mal lo pasamos», recordaba todavía ayer. Pero esa no fue la única, ni la última vez que su labor, premiada fuera de España, le robó la paz. Algunos colegas de profesión llegaron a tratar de desvirtuar su investigación asegurando que estaba sobredimensionado los datos. «Se empeñaban en que yo negaba el origen celta. Pero es que una etapa histórica no niega otra», insiste segura. Y ayer esa seguridad se contabilizaba en alumnos y en aplausos. También en orgullo. «Algunos de mis alumnos soy hoy catedráticos en las principales universidades».

De la suya, la Autónoma, se despedía ayer sin despedirse, «porque me quedo como emérita», decía feliz, poco después de ofrecer la lección magistral que la llevó a su primera excavación en el yacimiento de Sisapo, en Ciudad Real, donde sigue investigando y logrando «frutos importantes». pero sobre todo, donde un día fue «una joven empezaba con toda la ilusión del mundo». La misma que mantiene hoy.

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