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PACHÉ MERAYO
Miércoles, 3 de mayo 2017, 00:10
Nada que ver con una charla desde el púlpito. En Vegadeo, ayer, Bernardo Sanjurjo, Luis Fega, José Manuel Núñez Arias y Manolo Linares dejaron la tarima para compartir territorio y sobre él mostrar todos los colores de todos sus saberes a quienes habitualmente se ordenan silenciosos en filas de asientos al otro lado de la escena. Los cinco artistas, genios en sus respectivos mapas creativos, protagonizaron, en un aula repleta de reproducciones de las joyas del Prado, una de las más singulares actividades de Foro Comunicación y Escuela. Cada uno cerró círculo con un grupo de bachilleres del IES Elisa y Luis Villamil de Vegadeo sentados ante su propio retrato. Cinco singulares representaciones de sus miradas realizadas por algunos de los jóvenes que les aguardaban con una buena lista de preguntas. ¿Qué quiere transmitir con su obra? ¿Cuándo empezó a pintar? ¿Cobra por sus esculturas en espacios públicos? ¿Le costó tomar la decisión de dedicarse al arte? ¿Cómo puede justificar la abstracción? Todas recibieron respuesta. No siempre la que los estudiantes esperaban, como cuando Sanjurjo, maestro entre maestros, les explicó que, «en realidad, la abstracción no existe». Solo la «emoción. Esa emoción que se puede hallar en la pintura chorreando de Jackson Pollock del mismo modo que en la figuración de Antonio López».
No hay que separar los conceptos. Eso lo aprendieron bien los alumnos de Segundo que cursan Taller de Pintura. Como aprendieron también que un pintor que tiene en la mancha de color su huella esencial pudo y, de hecho, dio sus primeros pasos «copiando a Piñole y a Valle». Y también «pintando dormido Castropol». Hacía esa confesión el mismo Sanjurjo, que, como los otros invitados de Luis Felipe Fernández, alma de Foro Comunicación y Escuela, tiene su cuna en Occidente asturiano. A ese pasado tan lejano no volvió ninguno, pero al que enmarca sus comienzos tuvieron que viajar todos, incluso Herminio, que reclamaba la capacidad de olvidar («¡que tengo 72 años!»), pero regaló todo su conocimiento. Casi sus secretos encerrados en imán. Y Fega, que recordó a sus padres rogándole que hiciera Medicina o Derecho y viéndose a sí mismo yéndose a Madrid «con cuatro ahorros» a buscar el camino que finalmente halló. Linares pasó por todos sus tiempos. «Hay que acercar el arte a los más jóvenes», decía entusiasmado, al otro lado de la sala en la que Núñez Arias, generoso como todos en narración y recuerdos, rememoraba a una profesora que le dijo que «valía» y que fue, «sin duda, el principio de todo».
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