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M. F. ANTUÑA
Sábado, 24 de enero 2015, 00:39
Tiene un impagable valor documental. Permite mirar al Oviedo de antaño y da una nueva perspectiva a una de sus estampas más tradicionales, la de la plaza de la Catedral. No siempre fue así ese lugar de encuentro de ovetenses y turistas con hueco destacado en la literatura. Hubo un tiempo en el que su fisonomía generó una agria y larga polémica.
De todo eso habla la imagen que acaba de adquirir el Museo del Pueblo de Asturias de Gijón para incorporarla a su bien nutrida fototeca. Mide 17 por 23 centímetros, fue realizada en el mes de marzo de 1930 y la firma Foto Pardo. Recoge, en blanco y negro por supuesto, la hilera de casas con soportales situada entonces delante de la Catedral de Oviedo, bajo los que se cobijaban los vendedores de madreñas.
Era un día lluvioso en la calle Platerías cuando se enfocó esa instantánea de gran valor histórico por cuanto le quedaba poca vida a esa plazuela construida a partir del incendio que arrasó Oviedo en 1522. Se montó un lío monumental en la ciudad a cuenta de si debían conservarse o no esos edificios, levantados en los siglos XVII y XVIII, pero también con elementos del XIX. En su soportales se instalaron durante años los días de mercado los vendedores de fruta, frutos secos, aves, huevos y caza, aunque cuando acababa el XIX se convirtió en el lugar perfecto para la venta de madreñas.
Era el corazón de la ciudad y por esa razón el proyecto de derribo que llegó al Ayuntamiento de Oviedo en 1924 no dejó a nadie indiferente. El Consistorio apostaba por ampliar el espacio situado delante de la Catedral tirando de piqueta. Buscaba crear espacios abiertos en el casco antiguo y mejorar la visión del gran templo. La idea tuvo defensores y detractores. A favor de eliminar las «casuchas viejas y arruinadas» a las que no se atribuía valor alguno, el Cabildo de la Catedral, la Comisión de Monumentos Artísticos de Oviedo, arquitectos como Julio Galán y buena parte de la ciudadanía. En contra también, artistas como Víctor Hevia, José Ramón Zaragoza, Manuel Laviada, Ricardo Casielles, arquitectos como Luis Menéndez Pidal, Pedro Muguruza, Teodoro Anasagasti y no demasiados vecinos. En la oposición, instituciones de relumbrón como la Real Academia de la Historia y la Academia de Bellas Artes de San Fernando, a las que se sumaron los 14 firmantes de un manifiesto contra el derribo con nombres tan ilustres como los de Ramón Menéndez Pidal, Ramón Pérez de Ayala, Mariano Benlliure o Claudio Sánchez Albornoz.
Fueron cinco años de polémica que concluyó con el adiós a finales de 1930 a la vieja plazuela que hoy se redescubre en esta imagen publicada por el diario 'El Carbayón' el 11 de marzo de ese mismo año, que redescubre igualmente el trabajo de una saga de fotógrafos como fue la de la familia Pardo. El año en el que se captó la imagen, en la firma familiar trabajaban Feliciano Pardo Campos y sus dos hijos, Faustino y Feliciano Pardo Rodríguez. El primero era también hijo de fotógrafo y desde 1885 se había ganado un hueco como uno de los más significativos de Asturias. Vivió en Pola de Siero y Oviedo y durante casi medio siglo trabajó como ambulante por toda la región. Claro que lo más probable es que esta imagen no fuera suya, sino de su hijo Faustino, nacido en Siero en 1899 y que hacia 1925 comenzó atrabajar en 'El Carbayón'.
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