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Urgente Aparece el cadáver de un hombre en la playa de San Lorenzo
Emilio Lledó, antes de las deliberaciones.
«Mis libros me hablan, me llaman desde la estantería y me piden que vuelva a leerlos»

«Mis libros me hablan, me llaman desde la estantería y me piden que vuelva a leerlos»

«La corrupción política tiene tanto de ignorancia como de egoísmo», dice el pensador, que ayer se estrenó como jurado del galardón que ostenta

PACHÉ MERAYO

Miércoles, 10 de mayo 2017, 00:07

Si el saber tuviera rostro y voz tendría la mirada de Emilio Lledó (Sevilla, 1927)y, sin duda, la tranquilidad y el tono pausado de su palabra. Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades desde 2015, ayer se convertía en jurado novel de quien se llevará ese título este año. Sin duda en la mesa de deliberaciones defendió y hoy seguirá defendiendo las humanidades. Esa es su lucha. La batalla de quien, siendo filósofo, pensador y académico, se define como «un profesor», porque ese sí que es un título que trasciende. De hecho, recuerda todavía a quien le inyectó las ganas de leer, como si recordara a un gran genio. Él dio clases en Heidelberg y en Berlín, en Madrid y en Barcelona. También en Valladolid y en Tenerife. Hoy enseña la importancia del saber, el pensamiento, la democracia y la libertad en todas partes. Departe en la Real Academia Española, la RAE, con sus otros miembros, imparte conferencias alertando del peligro que corren las humanidades y, de vez en cuando, como ayer, en Asturias, pone voz y voto a un premio.

¿Qué les diría a quienes entienden la filosofía como un ente abstracto?

Que no hay nada menos fuera de la realidad y más próximo a ella que la filosofía. Sin el pensamiento filosófico yo no sería nada. Yo me descubrí en Descartes y Aristóteles me dio experiencias y emociones incomparables.

¿Es cierto que puede recitar a Aristóteles en griego hasta altas horas de la madrugada?

(Se ríe) Hombre. Hay algo de leyenda en eso. Me encanta el griego y me encanta Aristóteles. Tengo la suerte de conocer a ambos. Los dos tienen una belleza extraordinaria. Esa belleza que tiene acercarse a un autor que hace tantísimo tiempo que llevó su palabra al papel y todavía sigues viéndote en él. Sigue emocionándome y dirigiéndose a mí.

¿Se dirige a usted Aristóteles?

Sí, cuando estoy sentado en casa en una estancia que está repleta de libros, ellos me hablan. Son ellos los que me leen a mí, los que me llaman desde la gran estantería y me piden que vuelva a leerlos.

¿Y les hace caso?

Claro. Releer es siempre un placer enorme.

¿Es cierto que tiene unos 10.000 libros y que recuerda el día que cada uno llegó a su biblioteca?

Puede que sean algunos menos. Bueno, o algunos más. Y ya no tengo tanta memoria. Lo que sí tengo es una gran complicidad con ellos. Me gusta verlos, tocarlos, machacarlos. Los subrayo, los uso, los manipulo.

La magia del libro de papel.

Desde luego. Los libros no deben desaparecer como objeto. Quiero poder pasar con ellos el tiempo de las hojas.

Recuerdo que se escandalizó cuando una política dijo que no pararía hasta que todos los niños tuvieran un ordenador en las aulas.

Madre mía. Sé lo importante que es la tecnología, por supuesto, pero que el objetivo de quien defiende la educación sea un ordenador... Madre mía. Lo que debemos hacer es enseñar a leer, a reflexionar, a ser críticos. Luego ya vendrá la tecnología.

Usted tuvo grandes enseñantes. Siempre habla de don Francisco, el que le puso el Quijote sobre la mesa de clase.

Pero no uno de esos quijotes para niños, no 'El Quijote'. Teníamos diez años y nos dijo: «Leedlo y después contad qué es lo que os ha inspirado». Qué maravilla. Éramos pequeños y apenas entendíamos, pero nos hizo pensar. Ese es el objetivo.

¿Qué es más importante, la libertad de expresión o la de pensamiento?

Sin duda, la libertad del individuo es la libertad de lo que pensamos. La libertad de expresión es trascendental también, pero la de pensamiento nos permite no conformarnos con lo que nos dan.

Solemos hacerlo y usted se enfada, por ejemplo, porque se vota a los corruptos.

Eso me vuelve loco, porque significa que no tenemos esa capacidad de crítica de la que hablo, que no hay pensamiento en nuestras acciones. La condición esencial del político es la decencia. Si un hombre individual se corrompe en privado afectará a su entorno, pero no a todos, que es lo que ocurre con un político corrupto.

¿Qué es peor, un político corrupto a un político ignorante?

La corrupción política tiene mucho de ignorancia. Un político corrupto es un político ignorante con una gran dosis de egoísmo. No olvidemos que todos los males, incluso la violencia y la crueldad, son inseparables compañeros de la ignorancia.

¿De ahí la importancia del conocimiento?

De ahí la importancia de las humanidades. Hay que mimar la enseñanza como se empezó a mimar durante la República. Creo que tenemos que defender la escuela pública, que es el fundamento de la libertad de la mente.

Eso debe ser la escuela, pero ¿eso es?

Sinceramente, no creo que lo esté siendo.

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