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alberto piquero
Domingo, 25 de octubre 2015, 01:44
Acaba de celebrar su octogésimo aniversario y vuelve la vista atrás con la profundidad que siempre le ha caracterizado. Poeta y hombre de su tiempo, Carlos Bousoño medita sobre Asturias como quien sube al amor.
-Usted nace en 1923, toda una perspectiva histórica. ¿Cómo eran Asturias y España?
-Nací en una España absolutamente descompuesta, en la que Asturias tuvo un gran protagonismo. Entre 1902 y 1923, año en que nací, se sucedieron 33 gobiernos en nuestro país. La descomposición de los mecanismos de gobierno corrió paralela a una profunda desintegración de la sociedad española. Mi nacimiento se vio precedido por un clima político en total ebullición: la inquietud revolucionaria, el desorden callejero y la situación en Marruecos animaron a Primo de Rivera a dar un golpe de Estado en septiembre de 1923. Alfonso XIII, que reinaba en aquel momento, cometió el lamentable error de apoyar aquel golpe. Fracasada la dictadura y, cuando yo apenas tenía ocho años, Niceto Alcalá Zamora fue elegido presidente de la República. Tres años más tarde, en octubre de 1934, Asturias vivió uno de sus momentos más duros. La revolución asturiana nació con buenas intenciones, pero los políticos perdieron el control de la situación y la sociedad pagó las consecuencias.
-Negro sobre negro: la Guerra Civil...
-Apenas entraba yo en la adolescencia cuando me tocó vivir, durante tres larguísimos años, cómo los españoles nos despedazábamos unos a otros. Las dentelladas podían venir de un vecino, de un amigo, de un pariente y hasta de un hermano. La huella de esta experiencia resulta imborrable para un adolescente. Tuve la suerte, sin embargo, de tener una familia coherente, ni mejor ni peor que las demás. Acabada la guerra, era ya un joven de dieciséis años que había perdido la inocencia, y tenía que decidir mi futuro, huérfano de madre y con mi padre fuera de España.
-Por delante, la dictadura...
-De 1936 a 1975, viví, como todos los españoles que hoy ya peinamos canas, cuarenta años de dictadura franquista. No tengo que descubrir a nadie qué era el franquismo, pues es de sobra conocido. Al ser poeta, me sentí siempre bastante libre para expresar mi ser. Entonces, me producía mucho malestar la sensación de minoría de edad política que se percibía en la sociedad española. A pesar de todo, me tomé la libertad de explicarles a mis alumnos, en la década de los sesenta, cuál sería el futuro de España y de Europa. Muerto Franco, pude ver la llegada de la democracia: pasamos a ampararnos en una monarquía constitucional sin poder legislativo material. Nuestro actual monarca tuvo la agudeza de percibir, con claridad, las necesidades de un país que llevaba demasiados siglos aislado y sin poder disfrutar de una mayoría de edad política.
-¿Hay una Asturias vista desde dentro y otra desde el exterior?
-En mi caso, no es posible tener una idea escindida de Asturias, dado que, a pesar de llevar tantos años fuera de mi tierra, he mantenido el contacto directo con Oviedo. Uno de mis mejores amigos sigue allí, al igual que mi hermano y su familia, aparte de que tengo casa en Oviedo.
-Entre sus amigos del alma se encontraban Dámaso Alonso o Aleixandre. ¿Cómo contemplaban a Asturias y a los asturianos?
-Tengo la suerte de contar con amigos muy queridos en todos los ámbitos de la cultura, y siempre les he oído hablar de Asturias y de los asturianos con gran respeto y estimación. Dámaso Alonso tenía mucho interés en los fenómenos lingüísticos asturianos. Me hizo un gran elogio de un libro que estaba escrito por un tío abuelo mío, Bernardo Acevedo y Huelves, 'Los vaqueiros de alzada'. Vicente Aleixandre visitó Asturias y quedó deslumbrado por el paisaje, hasta el punto de emocionarse.
-¿Asturias tiene género literario?
-Creo que está claro que el género que mejor definiría a Asturias sería la épica: inició la Reconquista, fue la primera región en declararle la guerra a Napoleón, hizo la Revolución del 34, resistió el cerco de Oviedo y, en 1938, fue la última en caer de la provincias del Norte...
-Usted anticipó los movimientos nacionalistas en Europa...
-Sí, es verdad que en los años 60 anuncié en mis clases de la Universidad Complutense de Madrid que en España y Europa proliferarían los estados autonómicos. Y expliqué su razón de ser, como consecuencia lógica del excesivo centralismo de nuestra época. Sin embargo, yo me siento español y quiero a España. Pienso que serán más fuertes las comunidades si forman parte de un Estado mayor, como España. Durante la reciente guerra de Irak, se ha visto la importancia de que la Unión Europea forme un estado supranacional que, al menos, intente equilibrar los posibles desmanes imperialistas del presidente norte- americano de turno.
-¿Qué nos agrega ser un Principado? Usted fue Premio Príncipe de Asturias de las Letras, en 1995.
-Creo que nos agrega bastante. Gracias a ello, existe una fundación cultural ejemplar y no me parece baladí para Asturias que el heredero al trono español pasee el nombre de la región por todo el mundo. Los propios Premios, tanto por la limpidez de sus decisiones, como por la perfección del engranaje protocolario, son un paradigma internacional.
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