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YOLANDA DE LUIS
Jueves, 24 de noviembre 2016, 04:24
El medio centenar de trabajadores de la empresa IMSA afectados por una intoxicación de mercurio cuando realizaban operaciones de mantenimiento hace ahora cuatro años en las instalaciones de Asturiana de Zinc vive en lo que califican como «una pelea permanente» porque las secuelas que sufren, que en muchos casos les impiden continuar su vida con normalidad, hasta ahora no son reconocidas como enfermedad laboral. «Nadie quiere relacionar nuestras enfermedades con la intoxicación», lamenta Francisco Gallardo, presidente de la Asociación de Intoxicados por Mercurio y Metales Pesados, y uno de los afectados.
El paso del tiempo, el accidente se produjo el 2 de diciembre de 2012, no mejora su situación clínica, sino que por el contrario la va agravando y convirtiendo en crónicas sus enfermedades, a la vez que van apareciendo algunas nuevas. En mayor o menor medida, los problemas médicos de todos son los mismos. «Esto es como un bicho que te va comiendo por dentro», indica Gallardo muy gráficamente sobre lo que sienten día a día.
«Los problemas de ceguera, vista de túnel lo llaman porque hemos perdido la visión lateral y cuando caminamos tenemos que girar la cabeza todo el rato para ver lo que sucede a los lados porque sino chocamos con personas o cosas; o los problemas de oído por los que a veces te caes o te desvías del camino por el que vas sin darte cuenta, son casi los menores», afirma el presidente de la asociación de afectados. La pérdida de masa muscular y ósea que les debilita día a día y hace que pierdan sus piezas dentales, los dolores permanentes en todo el cuerpo y especialmente los de cabeza, el insomnio y las pérdidas de memoria completan su cuadro médico.
Sin embargo, hasta el momento la mayor parte de esas enfermedades son incluidas en los cuadros de 'enfermedad común' sin que se asocien a las secuelas de que hace cuatro años sus análisis dieron valores de mercurio en sangre de hasta 900 microgramos por litro, cuando el valor límite en aquel momento era de quince y un año más tarde se rebajó por los organismos de salud a diez.
Uno de los afectados por la intoxicación ha sufrido un derrame cerebral que tampoco se ha asociado a las secuelas de aquellos hechos. Se le ha reconocido la incapacidad permanente, pero por enfermedad común, lo que hace que los ingresos que recibe mermen considerablemente, ya que si fuera una incapacidad como consecuencia de un accidente laboral recibiría el 100% de la base de cotización.
Lo mismo les sucede con las enfermedades que van apareciendo día a día, «llegas con un nuevo problema como, por ejemplo, que ahora me aparezcan bultos en los pies y te dicen que eso mismo lo sufre más gente y me dan cita con el traumatólogo en el HUCA dentro de un año», lamenta David Román, que cansado de esa falta de atención llevó a cabo hace algunos meses una huelga de hambre y como consecuencia de ella comenzó a ser atendido por la mutua.
Reconoce que se ha producido esa atención, pero no ve resultados. «Ahora puedo decir que tengo informes sobre mi estado de salud que no tenía hace un año, pero no sirven para nada. Por ejemplo, tengo uno del psicólogo clínico sobre las pérdidas de memoria, pero no me envían a otro psicólogo para ponerle solución; o los informes sobre la pérdida de visión o la sordera del oído izquierdo, pero el neurólogo dice que puede ser debido a otras causas, no sólo al mercurio, también al zinc y otros componentes».
La desesperación crece día a día entre muchos de estos trabajadores y sus familias que ven como hace cuatro años tenían una vida 'normal' y ahora en muchos casos se ven obligados a aceptar las bajas por enfermedad común con lo que supone de pérdida de ingresos en los hogares, en los mejores de los casos. «No sé que tengo que demostrar yo para que me digan de una vez por todas que todo esto es una enfermedad laboral, yo era un hombre sano antes del accidente», lamenta Román.
Pocas quelaciones
Los problemas de salud iniciales de estos trabajadores por la intoxicación por mercurio no fueron iguales para el medio centenar de trabajadores que la sufrieron y eso tuvo también una respuesta médica distinta que los afectados creen que ahora puede estar teniendo consecuencias sobre su salud cuatro años después. Algunos de ellos ingresaron en el Hospital San Agustín y el HUCA en la madrugada siguiente al trabajo ya con varios síntomas y después de las pruebas médicas recibieron terapias de quelación para eliminar los metales pesados del cuerpo, aún así con el paso de los años sufren también secuelas.
«No todos teníamos el cuerpo igual, ni la misma edad... por eso reaccionamos de forma distinta a la intoxicación, pero ahora los médicos se están dando cuenta de que quizá debieron hacer quelación a todo el mundo, a uno de los trabajadores se la hicieron después de más de tres años y no ha dado resultado porque el mercurio ya se ha comido todas las células», afirma Francisco Gallardo sobre otra de las consecuencias de que «sanitariamente no se viese desde el minuto uno la gravedad de la intoxicación, a pesar de nuestras protestas y denuncias».
El año pasado la comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados aprobó una iniciativa del entonces diputado nacional de IU Gaspar Llamazares para que se comenzasen a adoptar medidas en favor de estos afectados. Entre ellas se encontraba «que tengan acceso a tratamientos y a medicamentos experimentales ante las consecuencias graves que han tenido por la intoxicación, así como a la realización de una investigación sanitaria sobre las consecuencias médicas del accidente por parte del Instituto Carlos III y la Universidad de Valladolid, con el apoyo del Ministerio de Sanidad».
De todo ello nada han sabido y todavía ahora «tenemos que presentar escritos de reclamación ante el HUCA cada vez que entendemos que alguno de nuestros compañeros no está siendo atendido como se debería porque se siguen empeñando en que no son secuelas del accidente que sufrimos».
Pero además, los afectados están sufragando de sus bolsillos una investigación científica en la Universidad de Oviedo donde periódicamente se realizan análisis para comprobar la evolución de los metales pesados en su cuerpo y las graves consecuencias que están sufriendo. Hace ya algún tiempo, la asociación de intoxicados se dirigió al Instituto Carlos III en busca de que se realizase esta misma investigación, «pero fuimos rechazados por cincuenta personas no son suficientes para iniciar este tipo de trabajos», indicó Gallardo.
El acuerdo adoptado en el Congreso contemplaba otras medidas de las que tampoco han sabido nada como que se les facilitase medicamentos de uso compasivo, que son aquellos fármacos que se administran antes de que hayan recibido su aprobación oficial. Esta medida se debería adoptar de acuerdo con la Agencia Española del Medicamento.
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