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BÁRBARA MENÉNDEZ
Viernes, 18 de noviembre 2016, 04:41
En una sala especialmente preparada para la ocasión y a rebosar de compañeros de la Residencia Larrañaga, cuidadoras y algunos familiares, Etelvina Fernández Suárez, más conocida como 'Telva' o 'Telvi', sopló ayer con la ayuda de sus conocidos las tres velas que delataban una edad más que sorprendente: 109 años. Aunque la protagonista era vagamente consciente de la situación, a su alrededor no fueron pocos los que se emocionaron y dejaron caer alguna lágrima. Y es que «esto no pasa todos los días», tal y como se encargaba de recordar Anabel Gutiérrez, ahijada de la cumpleañera.
Fue, sin embargo, uno de los 17 de noviembre más pesarosos desde 1907, año de nacimiento de esta mirandina que hasta hace apenas dos años aún rebosaba vitalidad y fuerza. Los achaques propios de la edad, como la sordera, la ceguera o la demencia, han hecho mella en el físico de la centenaria en este último período, aunque aún quedan destellos de brillantez en una personalidad tan apabullante y forjada a lo largo de tantos años y otras tantas historias. Telva, quien hace unos años bromeaba al asegurar que la clave de la longevidad es «trabajar poco», nunca siguió su propio consejo.
Tras una juventud de lo más ajetreada desempeñando diversas labores domésticas y encargándose del cuidado de sus padres, la mujer dejó atrás todo lo conocido para emprender rumbo a Madrid, donde trabajó como empleada del hogar hasta su jubilación. Su regreso a Avilés supuso su liberación y el disfrute de una soledad que nunca le molestó, sino todo lo contrario; Telva nunca se casó, hecho que igualmente siempre asoció a su longevidad.
«Para llegar a esta edad, además de salud, necesitas que te sobre el coraje para seguir adelante, como es el caso de mi madrina», comentaba una familiar más que orgullosa justo antes de entregarle un enorme ramo de flores a la cumpleañera. «Ponedlas en un sitio donde estén guapas», susurró Telva desatando la risa de todos los presentes. Un comentario que demuestra una vez más el carácter cuidadoso y coqueto de una mujer que nunca descuidó los detalles de su alrededor. Tampoco desatendió su formación y, aunque no fue fácil avanzar en un contexto de guerra y teniendo que hacer frente al cuidado de sus cuatro hermanos junto a su madre Adela, siempre fue una ávida lectora de periódicos y novelas, así como una empedernida oyente de la radio.
Otra de sus aficiones era dar largos paseos por su Avilés natal, cometido para el que estaba bien entrenada visto todas las veces que tuvo que hacer a pie el trayecto desde su casa hasta Gijón para ir a visitar a su padre a la cárcel. Telva, que siempre rechazó el bastón por ser «de viejos», pasa ahora los días sentada en su silla de ruedas, lo que no borra de ninguna manera todas las historias y alegrías vividas en el pasado. Dos de las hijas de sus múltiples sobrinos, su ahijada Anabel Gutiérrez e Isabel García, daban ayer buena prueba de esta admiración hacia su tía abuela mientras la contemplaban soplar las velas y rememoraban todas estas aventuras.
A lo largo de sus 109 años de edad, Telva se ha ganado a pulso el cariño de unas personas que ahora prometen devolverle el afecto con su compañía incondicional.
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