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O. GONZÁLEZ
Lunes, 25 de julio 2016, 00:43
La dársena de San Agustín sirvió para dar cobijo una vez más y ya van dos en los últimos meses, al crucero 'Braemar', a la embarcación que fuera encargada en el año 2012 de inaugurar la ciudad como puerto de destino de las grandes embarcaciones turísticas europeas. Si en aquella ocasión los comercios del centro se volcaron y abrieron sus puertas de forma ininterrumpida para el millar de extranjeros que invadió la ciudad en una jornada maratoniana, esta vez los tenderos decidieron quedarse en casa. «Pasan y no compran, es una pena que no dejen dinero Avilés», lamenta Amalia Junquera, que regenta una tienda de productos típicos asturianos en la calle Rivero.
El día para pasajeros y tripulación del Braemar empezó pronto. Pasadas las seis de la mañana el barco ya estaba atracado frente al Centro Niemeyer y sus pasajeros, la mayoría procedentes del Reino Unido, se despertaron con las vistas incomparables que ofrece el complejo cultural de la ría en un día soleado. La luz y el calor invitaban a salir a la calle y los turistas ya paseaban por las calles de la ciudad sobre las diez de la mañana. Aunque la partida estaba prevista para media tarde al final los responsables levaron el ancla apenas pasadas las dos.
Aunque sí había nutridos grupos de curiosos hacia el mediodía en el entorno de la plaza de España la mayoría limitaron su gasto en la ciudad a un refrigerio en las cafeterías del centro o a un helado para combatir el calor. Las pocas tiendas que permanecieron abiertas en la mañana de ayer no subieron la persiana por la llegada del 'Braemar', sino que es un hábito que repiten los fines de semana. Entre ellas está Amalia Junquera, que explica que los cruceristas se llevan «como mucho» una tableta de chocolate.
Gran parte de los pasajeros que ayer recalaron en Avilés eran personas de avanzada edad. «La verdad es que no entendemos que les cueste tanto rascarse el bolsillo porque en teoría se trata de gente con dinero y que no se va a encontrar con restricciones en el equipaje como les pasa a los turistas que viajan en avión», explica, a la vez que recalca que en su establecimiento los turistas solo se encuentran con facilidades: «Por ejemplo si no quieren no tienen por qué llevarse un queso entero, y además se lo envasamos todo al vacío para que cuando lleguen a su casa se encuentren el producto en perfectas condiciones».
Excursión a Gijón
Pero no todos los pasajeros del 'Braemar' decidieron quedarse en Avilés. La compañía responsable del viaje había preparado para la mañana de ayer una excursión al Jardín Botánico Atlántico de Gijón, una iniciativa que atrajo a un gran número de cruceristas, tantos que llegaron a llenar tres autobuses. «La verdad es que no hemos tenido tiempo para conocer la ciudad, ha sido una estancia muy corta que hemos aprovechado para unirnos a la visita organizada», subrayó ayer Louise Patterson, turista procedente del sur de Inglaterra, antes de volver a embarcar al crucero.
«Nos gustaría volver a Gijón en algún momento, nos ha encantado lo que hemos visto de la ciudad y nos hemos quedado con ganas de conocer más», aseguró Sally York, de la localidad inglesa de Worcester. A pesar de que un pequeño contratiempo en la autopista en el camino de vuelta le metió el susto en el cuerpo a más de uno, al final todos los pasajeros llegaron a tiempo para subirse a la embarcación a la hora prevista.
El 'Braemar' es una embarcación con 196 metros de eslora, 22,5 de manga y 24.344 toneladas de registro bruto. En sus 485 habitaciones se alojan de media cerca de un millar de pasajeros y 371 tripulantes. Antes de pasar por Avilés el barco había hecho escala en Sevilla y Lisboa, y de la villa puso rumbo a la ciudad francesa de Burdeos. La siguiente cita con los grandes cruceros será el 5 se septiembre, cuando el lujoso 'MS Europa', el mejor del mundo durante doce años consecutivos, arribará a la ciudad. La temporada la cerrará el 'Black Watch' un mes después.
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