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Un médico comprueba el peso de un niño en su consulta.
El 30% de los menores avilesinos sufre obesidad

El 30% de los menores avilesinos sufre obesidad

Los datos del estudio sobre Infancia y Medio Ambiente (INMA) en la comarca muestran la necesidad de promover hábitos saludables

FERNANDO DEL BUSTO

Lunes, 8 de junio 2015, 01:20

Sobre el 30% de los menores avilesinos presenta problemas de obesidad. Lo que para muchos es una de las epidemias silenciosas del siglo XXI se va extendiendo en la comarca, según los datos que revelan el último estudio de Infancia y Medio Ambiente (INMA) que se presentaron en el Hospital San Agustín por las doctoras Adonina Tardón, de la Universidad de Oviedo, Isolina Riaño, jefa del servicio de Pediatría del Hospital San Agustín, y Cristina Rodríguez Delhi, pediatra del Hospital San Agustín.

La obesidad infantil se traduce en diferentes trastornos como problemas de tipo endocrino, adelanto de la pubertad, tendencia a la hipertensión, aparecen estrías en la piel de forma prematura, un mayor riesgo cardiovascular en el futuro, o aumento de diabetes tipo II, entre otros.

Los datos se basan en un seguimiento periódico de una cohorte (un grupo generacional de la misma edad) que en la actualidad se encuentra en los 8 años. La investigación comenzó con el inicio de los embarazados, en los que se logró el compromiso de sus madres, de las que se tomaron analíticas durante su gestión. Posteriormente, se comprueba la evolución de los menores en diferentes etapas de su vida: al nacimiento, a los cuatro años y, ahora mismo, al alcanzar los 8 años.

«Este tipo de investigaciones es muy complicadas de hacer porque se necesita familias comprometidas. Pero aportan mucha información de gran utilidad. Los datos que tenemos son perfectamente extrapolables al conjunto de los niños del área sanitaria y muestra el problema de obesidad existente», mantiene Isolina Riaño.

La investigación se inició con cerca de 500 mujeres y, actualmente, se mantiene el seguimiento de 485 menores. Los cambios de residencia son la principal causa de abandono del programa.

Uno de los datos interesantes del estudio es la relación entre factores genéticos y ambientales en la aparición de la obesidad infantil. Así, en el momento de la gestación, un 30% de las mujeres presentaba problemas de exceso de peso. La reproducción de ese mismo porcentaje en el número de menores con problemas de obesidad señala como los malos hábitos en la alimentación son circunstancias que comparte la familia, junto con cierta predisposición genética.

«No se trata de poner a los niños a dieta, sino de mantener una alimentación sana, variada, con mucha fruta, reduciendo los alimentos precocinados y favoreciendo el ejercicio físico», comenta la especialista.

«Prohibir es malo»

Las nuevas investigaciones implican el cambio de actitudes tradicionalmente asumidas. «No conviene forzar en las comidas, hay que desterrar esa idea de antes de que el niño tenía que comer todo, lo que debe es comer despacio y es importante acostumbrarse a las cinco comidas al día y de forma moderada», comenta la doctora Riaño. Recuerda que cada menor cuenta con un «apetito natural» que se debe respetar. La cuestión no es tanto cuánto come, sino lo que come.

También señala que cobra peso la necesidad de moderar la ingesta de lácteos. «No es saludable acompañar todas las comidas con leche, como se hacía antes», señala. Dos raciones de leche (dos yogures o dos vasos, o menos si se toma queso u otro derivado) pueden ser suficientes.

Los buenos hábitos comienzan desde la alimentación del bebé. La pediatra recuerda que «la lactancia materna exclusiva durante los primeros meses previene enfermedades».

La alimentación debe ser saludable y compartida por toda la familia. «No hay que prohibir alimentos. Es malo porque aumenta el interés por ellos. Hay que favorecer una alimentación variada y los niños tienen que acostumbrarse a beber agua. Si el sabor es muy clorado, se puede guardar en una botella de cristal y el cloro se evapora», comenta. Las frutas y los cereales no deben faltar en la alimentación.

Uno de los grandes enemigos son las bebidas azucaradas. En este sentido, la doctora Riaño aconseja tratar de limitar la presencia de la azúcar en la alimentación.

Las familias deben asumir el reto de educar a los niños en los sabores. «Tienen que acostumbrarse a probar de todo. Se dice que hay que probar una cosa hasta nueve veces para poder saber si te gusta o no. Es normal que a todo el mundo no le guste un alimento o dos, pero no todos», comenta. «No se puede decir que no te gusta la fruta porque el sabor del plátano es muy diferente al de la manzana. Igual no te gusta el plátano, pero habrá alguna fruta que te guste. Hay que tratar de probar y educar el sabor. Y así en todos los grupos de alimentos», afirma.

La doctora Riaño señala diferentes campos en los que su equipo trabaja para mejorar la salud de los menores avilesinos entre los que se encuentra formar a las familias. Indica, por ejemplo, que «tenemos que aprender a leer las etiquetas y tratar de evitar las grasas vegetales de palma y de coco, que son perjudiciales para la salud cardiovascular».

Otro de los caballos de batalla es el ritmo de vida, en ocasiones dañino para la salud porque destroza hábitos saludables como un buen desayuno. «No hay que prescindir del desayuno, pero a muchos niños les da pereza despertarse porque tardan en quedarse dormidos porque están viendo la televisión, jugando con el ordenador o la tablet en su habitación. Por eso aconsejamos que no se encuentren en ella».

La especialista también señala que es necesario fomentar hábitos que reduzcan el sedentarismo de la vida actual y por eso dice que «en ocasiones no queda más remedio que utilizar el coche, pero es saludable pasear, hacer actividades al aire libre, aunque con la adecuada protección». Y es que, como sucede en tantos campos, la moderación suele ser lo más saludable.

Así, ahora que se aproxima el verano, la doctora recuerda la necesidad de que los menores se protejan con gorras la cabeza y tratar de reducir la exposición al sol en las horas centrales (entre las 12 y las 17, cuando los rayos del sol caen de forma vertical y son más peligrosos. «De la misma forma que es saludable que un niño juegue al aire libre, es peligroso que esté todo el día en la playa», afirma la doctora Isolina Riaño.

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