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José Fernando Galán
Martes, 20 de enero 2015, 00:14
Un cráneo de rinoceronte lanudo es hasta la fecha el último hallazgo que demuestra la variada fauna que habitaba Asturias hace unos 40.000 años, pero ni mucho menos el único. También se han encontrado restos de hienas, de mamuts, de bisontes y de otros grandes mamíferos. Incluso de un tigre de dientes de sable. Diego Álvarez Lao, profesor de paleontología de la Universidad de Oviedo, repasó ayer en el Aula de Cultura de LA VOZ la fauna de aquellos tiempos, tan lejanos desde el punto de vista humano como cercanos geológicamente. «La tierra tiene unos 4.600 millones de años», recordó.
La charla, segunda de las cinco que integran el segundo ciclo 'Ciencia y Naturaleza', organizado por el Aula de Cultura de este periódico con la colaboración del Grupo de Ornitología Mavea, el patrocinio de Cafés Toscaf y la coordinación de Armando Arias, se titulaba 'Cambios ambientales en el Cuaternario a partir de la fauna de mamíferos'.
El Cuaternario comenzó hace 2,5 millones de años y seguimos en él, aunque Lao centró su ponencia en un horquilla situada entre hace 40.000 y 10.000 años. Entonces «el clima de la Tierra era peculiar, con períodos glaciares e interglaciares y oscilaciones térmicas rápidas e intensas. En menos de un milenio se pasaba de un clima glaciar a otro templado o cálido», apuntó. De ahí la variedad de la fauna, obligada a adaptarse a las circunstancias o a desplazarse en función del avance o el retroceso de los hielos.
Comenzó hablando del mamut lanudo, una especie de elefante de orejas pequeñas, «para evitar la pérdida de calor», prominentes incisivos (mal llamados colmillos) y no tan grande como un profano puede esperar. «Medía unos 3,5 metros de altura», precisó. Tampoco vivían sobre el hielo, «donde no podrían pastar», y se extinguieron en una remota isla siberiana hace 3.700 años, cuando las pirámides egipcias ya llevaban 1.000 en pie.
En el caso de Asturias, los restos de mamut y del resto de animales de aquellos tiempos que han llegado a nuestros días se han hallado en cuevas, y como los hielos no llegaban a cubrir la península la inmensa mayoría corresponden a fauna de épocas templadas. Por ejemplo, en la cueva del Hueso, en Moire (Pillarno, Castrillón), se han hallado restos de hienas y de rinocerontes de estepa, entre otros mamíferos.
La de Jou Puerta, en Llanes, era una especie santuario del Cuaternario que quedó literalmente aplastada por la Autovía del Cantábrico. Antes de su polémica aniquilación se encontraron 1.064 fósiles de los cuales se identificaron nada menos que 971, incluido un esqueleto parcial de cachorro de mamut, huesos completos de ciervo, un fragmento de un asta descomunal y un molar de leche de leopardo.
«Las pinturas rupestres, como las de Tito Bustillo, que tienen entre catorce y quince mil años, también nos permiten conocer mucho de aquellos animales», indicó Álvarez Lao antes de centrar su ponencia en la cueva de La Rexidora (Ribadesella), en la que trabaja actualmente.
Fue allí donde se encontró el cráneo parcial de un rinoceronte lanudo, con paladar y restos de su dentición, «un hallazgo completamente excepcional». La oquedad «está repleta de huesos: cráneo de hiena, húmero y fémur de rinoceronte y numerosos restos de un bisonte que probablemente esté entero», culminó.
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