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BORJA PINO
Domingo, 16 de noviembre 2014, 01:07
Tanto en toda Asturias como en la comarca de Avilés, la última década y media ha supuesto un proceso de cambio notable en la realidad diaria de la comunidad gitana. Su aislamiento original, tradicionalmente asociado con los poblados de chabolas, ha evolucionado hasta un esfuerzo colectivo por integrarse en todos los ámbitos de la sociedad, y en ese proceso ha jugado un papel relevante, desde 2001, la Fundación Secretariado Gitano. Su director en Asturias, Víctor García Ordás (Bustiello, 1962), reflexiona sobre estos trece años de trabajo y sobre los objetivos que aún restan por cumplir en el futuro.
¿Se ha alterado la realidad gitana en este tiempo?
Sí, creo que podemos decir que vemos mejoras importantes, sobre todo entre aquellas personas que vivían en situación de pobreza o de exclusión social. Desde que empezamos a trabajar, el número de asistencias por nuestra parte ha crecido. Sólo el año pasado atendimos a 2.987 personas en Asturias, mayoritariamente de esta etnia. Y, en todo este tiempo, han aumentado las incorporaciones al sistema educativo y al mundo laboral, y también ha mejorado el aspecto sanitario y todo lo relacionado con la vivienda.
¿Quiere decir que está cambiando la mentalidad del colectivo?
Y también la mentalidad hacia él. En estos trece años ha aumentado la implicación y la responsabilidad tanto del Gobierno autonómico como de los municipales, especialmente en lo referente a erradicar el chabolismo. En ese sentido, hay que reconocer que el 'Modelo Avilés' fue una buena práctica y, se convirtió en un referente para todo el Estado y para la propia Comisión Europea. Aunque eso no quita que la de la vivienda siga siendo nuestra gran asignatura pendiente.
¿A qué se refiere?
A que en Asturias, y eso también incluye nuestra comarca, sigue habiendo guetos, barrios especiales, el equivalente a un 'apartheid' gitano. Aquí, por ejemplo, sigue dándose ese fenómeno en Pinos Altos y en La Plata, en Castrillón; o en La Junquera, en San Esteban de Pravia. Sí que es verdad que cada vez se tiende más a reubicar a estas personas en otros espacios de los municipios que no sean exclusivos, pero aún nos queda un largo camino por recorrer. En regiones como Andalucía, Extremadura o Cataluña la comunidad gitana nos lleva años de diferencia en ese aspecto.
Sin embargo, en otras materias los resultados son mayores.
Cierto. Sanitariamente, se ha conseguido inculcar una mayor responsabilidad en las familias a la hora de evitar los embarazos no deseados, o de aplicar una adecuada medicina infantil. En lo educativo hay más problemas, pues casi un 90% de la población activa gitana no tiene una titulación básica, y eso entorpece su acceso al mercado laboral. Pero también ahí mejoran. En la Universidad de Oviedo hay matriculados algunos gitanos, sobre todo en Magisterio, en Derecho y en Administración de Empresas, y cada vez son más los que se sacan la Secundaria, o los que se matriculan en Formación Profesional.
¿Gozan del apoyo de sus familias?
Sí, pero con limitaciones. Los padres de los jóvenes gitanos quieren que sus hijos estudien, que sean más que ellos; es un falso mito pensar lo contrario. Pero las propias carencias intelectuales de las generaciones anteriores lastran el proceso, porque los alumnos no reciben ayuda en casa. En parte, es eso lo que dificulta el proceso educativo, y lo que hace que, aún hoy, muchos gitanos se decanten por la venta ambulante como sustento económico.
Un sector que no se ha librado del impacto de la crisis...
Exacto. Además, la venta ambulante está atravesando su propia crisis, que es la irrupción de productos procedentes de China. Los bienes importados están comiendo terreno a esta práctica tradicional de la comunidad gitana, y por eso cada vez son más los que se decantan por otros trabajos que no exijan cualificación elevada, como la jardinería, la limpieza o la hostelería. En estos tres terrenos, tenemos muy buenos resultados de inserción laboral.
¿Y en lo social? ¿La población está superando sus prejuicios?
Creo que sí, poco a poco, pero sigue habiendo mitos. Está el clásico de que son los gitanos los que reciben todas las ayudas, cuando no es cierto. De lo que sí se han beneficiado muchos es de programas de compensación para personas en situación de pobreza o exclusión social, como durante la supresión del chabolismo. O la leyenda de que los gitanos no quieren saber nada del resto. Es otra falsedad. El gitano tiene muchísima identidad geográfica, se siente muy avilesino, pero también quiere preservar su cultura, y eso es algo que debe tenerse en cuenta.
Pero parece que no todo el mundo lo interpreta de ese modo.
Porque sigue habiendo una fuerte tendencia a asociar los problemas puntuales con una etnia completa. Eso es algo que se está viendo en La Luz, un barrio que siempre ha sido muy integrador, pero que, por las acciones de dos familias concretas, con unos problemas sociales serios, está revelando otra faceta menos agradable. Tenemos que luchar por eliminar esa imagen negativa, porque la inmensa mayoría de la comunidad gitana es invisible, no llama la atención.
¿Entiende el malestar vecinal?
Sí, porque hay un problema social, eso no se puede negar. Pero lo que es un error es pensar que ese problema se debe exclusivamente a que las personas que lo causan son gitanas; todos tenemos un vecino que nos la arma a las tres de la mañana. Por eso mismo quienes sufren agresiones o problemas de convivencia deben denunciarlo cuanto antes, pero tratemos de evitar las generalizaciones. Es algo en lo que, a mi juicio, los medios de comunicación no están colaborando.
¿Se pueden extender esos prejuicios a los gitanos extranjeros?
Los de Europa del Este vienen de países donde están aún más excluidos, pero los portugueses ya se pueden considerar casi autóctonos. Pero no hay mucha relación entre unos gitanos y otros. Y, salvo por el tópico del gitano rumano que ejerce la mendicidad, que es el más llamativo, también ellos son invisibles.
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