«Que una cinta haga una gran taquilla no quita que la industria esté muy tocada»

Si no fuese por la humildad que impregna su carácter, Tamar Novas (Santiago de Compostela, 1986) bien podría presumir de haber alcanzado, pese a su juventud, laureles que otros actores no han logrado cosechar en décadas. Su actuación a las órdenes de Alejandro Amenábar en la multipremiada cinta 'Mar adentro' le valió un Goya al Mejor Actor Revelación en 2004, galardón que redoró un blasón en el que ya estaba inscrito su papel en 'La lengua de las mariposas', y al que pronto se sumaron 'Los fantasmas de Goya' y 'Los abrazos rotos', entre otros títulos. Estos días, este prematuro talento se encuentra en Avilés, invitado al Festival Internacional de Cine y Arquitectura (FICARQ) .

-Tantos éxitos en tan poco tiempo llaman la atención.

-Siempre digo que en esto hay un buen componente de suerte. Tienen que darse un buen personaje y las circunstancias adecuadas, pero hasta ahora estoy muy satisfecho.

-¿Su andadura comenzó con 'La lengua de las mariposas'?

-Sí, y, curiosamente, cuando surgió esa posibilidad yo no me planteaba ser actor. Era muy payaso en el colegio, pero ni se me había ocurrido ni ser eso, ni ser nada; de hecho, creo que, en ese momento, quería ser cazafantasmas. Fue algo azaroso, pero que recuerdo con cariño.

-Y de ese inicio fortuito a obtener un Goya por 'Mar adentro'...

-La perspectiva de aquel momento es distinta. Intento seguir viviendo como si estuviese en un parque de atracciones, como si fuese una aventura siempre, pero en ese caso nunca fui plenamente consciente de todo lo que ocurrió alrededor de 'Mar adentro'. Fue un fenómeno demasiado grande para asimilarlo. No sé si me volverá a pasar algo así, pero agradezco haber formado parte de ello, al menos, una vez en la vida. Fue un regalo maravilloso, un pulso para formarme y para tomarme en serio a mí mismo y a la profesión.

-¿Soñó con pisar el Teatro Kodak en la gala de los Premios Oscar?

-¡Pues sí! De hecho, me acuerdo que yo me enfadé un poco cuando nos dijeron que no nos iban a llevar, porque me había hecho ilusiones, pero bueno, fue un enfado pequeño. Y ojalá haya otra ocasión para verlo.

-¿Qué supone actuar bajo la batuta de gente como Almodóvar o Amenábar?

-Es una experiencia maravillosa. Antes de todo eso, eran mis ídolos, y no podría elegir a uno en particular porque, de una forma muy distinta, todos me han tocado en una etapa muy temprana de formación y de crecimiento personal y profesional.

-¿Se le ha caído algún mito?

-Tal como se entiende esa frase, no, pero es necesario que uno baje a la Tierra a esa gente para trabajar con ellos; si no, estás perdido. Lo que a mí me pasaba mucho es que, cuando les conocí, los bajé a la Tierra, y después de trabajar con ellos los volví a subir aún más arriba. Tienen un talento y una humildad frente al oficio que les confiere esa grandeza.

-¿Ve con preocupación la situación actual del cine español?

-Como industria, claro que puede estar muy débil, pero como arte es imposible que muera, porque tiene vida propia.

-Pero... ¿Y las críticas a su calidad?

-Creo que, siempre que hay una opinión generalizada de algo, por algún sitio ha habido un interés y un mensaje que ha calado mucho en la gente. Pero también es verdad que hay que hacer examen de conciencia, y claro que es por algo que exista esa consideración de nuestro cine.

-Tal vez cintas como 'Ocho apellidos vascos' sean la solución...

-Que una cinta haga la mayor taquilla de la historia no cambia que la industria del cine esté bastante tocada, con un montón de artesanos de este arte sin trabajo.

-¿Qué espera del FICARQ?

-Salir sabiendo un poco más tanto de cine como de arquitectura. Y que se haga aquí, en esta ciudad, ya le da una esencia especial.