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R. D.
Sábado, 28 de junio 2014, 00:44
A C. T. R., de 54 años y vecina de Corvera, no le gustó nada que el 8 de mayo un vigilante de seguridad del centro comercial ParqueAstur llamara a la Guardia Civil ante la sospecha de que hubiera podido hurtar algún objeto. Tanto le molestó que, enfadada, comenzó a maquinar algo que pudiera cristalizar en una venganza. Tres horas después llamó por teléfono y advirtió de la colocación de un artefacto explosivo que, según decía, explotaría en media hora desde la llamada.
Eran las 19.50 horas de un jueves de principio de mes y el centro comercial estaba en plena ebullición, especialmente instalaciones como el gimnasio, del que muchos clientes tuvieron que salir con lo puesto, algunos en bañador y tan solo cubiertos por una toalla.
Por megafonía se dio la orden de desalojar el centro y rápidamente tiendas y pasillos comenzaron a vaciarse. Los clientes, unos 2.300, según la Guardia Civil, permanecieron en su mayoría agrupados en el exterior y siguiendo, a cierta distancia, la intervención de los agentes.
En total se movilizó a seis efectivos de seguridad ciudadana de la Guardia Civil y dos patrullas de la agrupación de Tráfico, además de dos patrullas de la Policía Local de Corvera. Tras comprobar que no había ningún artefacto explosivo y todo había sido una falsa alarma, el centro comercial pudo recuperar la actividad a las nueve de la noche, a falta de una hora para el cierre.
La investigación de la autoría de la llamada dio sus frutos el pasado jueves. A las 9.35 horas de la mañana fue detenida C. T. R. como presunta autora de un delito de falsa amenaza de bomba. Fue trasladada al cuartel de la Benemérita, donde se negó a prestar declaración, y posteriormente ante el titular del juzgado de 1º Instancia e Instrucción nº 2 de Avilés, el cual decretó libertad provisional.
En la información facilitada por la Dirección General de la Guardia Civil no se aclara si C. T. R. había hurtado algo o no aquel día en ParqueAstur, cuando fue requerida por un vigilante de seguridad.
Esta falsa amenaza de bomba coincidió en el tiempo con una serie de llamadas a medios de comunicación nacionales y precedió a otra en la comarca, concretamente en Avilés, que a pesar de la poca credibilidad que se le otorgó, obligó al Hospital San Agustín a extremar las medidas.
Ocurrió solo seis días después, el 14 de mayo, y movilizó a varios agentes de Policía Nacional que, acompañados de perros, inspeccionaron las instalaciones del centro sanitario. Fue, en realidad, la única medida adoptada ante la complejidad de desalojar un edificio con cientos de personas en su interior, muchas de las cuales se encuentran impedidas en habitaciones.
El centro hospitalario quiso gestionar en su momento el incidente con discreción pero la presencia de la policía con perros no pasó desapercibida para los visitantes.
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