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Andrea Inguanzo
Miércoles, 9 de septiembre 2015, 13:35
La noticia llegó tras muchos años de espera. El conjunto histórico de la villa de Colombres fue reconocido y certificado en 2013 como Bien de Interés Cultural por el Gobierno autonómico. Atrás quedaban años de trabajo, que se forjaron con la redacción de un informe técnico, que firmó la profesora Carmen Bermejo, y que narraba al detalle los tesoros arquitectónicos y el conjunto excepcional de equipamientos públicos promovido directamente por ribadedenses que un día emigraron en busca de nuevas oportunidades. Aquellos que a su vuelta eran conocidos como indianos.
Fueron ellos los que, influidos por diferentes motivaciones, dibujaron la fisonomía de la capital ribadedense a su imagen y semejanza. Esa que ahora se incluye dentro de una figura jurídica nacida para proteger el patrimonio histórico nacional, tanto de bienes muebles como inmuebles.
La era de las construcciones financiadas por los que regresaban de las Américas se enmarca entre 1870 y 1930, es decir, finales del siglo XIX y principios del XX. Con sus propiedades y las nuevas infraestructuras en el pueblo, los indianos consiguieron poner a Colombres al nivel de ciudades como Oviedo, Gijón o Madrid.
Las características de lo que en algunos focos se denomina como 'arquitectura indiana' las encabezan la amplitud y la grandeza. Enormes mansiones se levantaban al pie de las casas tradicionales de la Asturias de entonces, todas ellas con destacables rasgos comunes. A pesar de ello, el conjunto de edificaciones no refleja una unidad de estilos. Los detractores del término indiano suelen denominar a este tipo de arquitectura como ecléctica o modernista. Los edificios levantados entre 1870 y 1890 responden a criterios de casas solariegas de estilo clasicista, mientras que las grandes mansiones, construidas entre 1890 y 1910, representan una mezcla de influencias y la utilización de elementos de muy distintas épocas. Por último, todo lo que se edificó en torno a 1910 y fechas posteriores incurre en un estilo mucho más regionalista, con grandes aleros, balcones con solera y torres-mirador.
Sin duda, los que mejor dan cuenta de la huella indiana en la villa de Colombres son los propietarios de estas casonas. Unos de ellos es el matrimonio formado por José Antonio Roca Ballesta y Carmelina Sánchez Justillo. A pesar de ser cubanos ambos de nacimiento, Carmelina desciende de la célebre saga indiana de los Sánchez Escalante. Su abuelo, Víctor Sánchez Escalante, levantó en el año 1883 la vivienda en la que ahora este matrimonio pasa la temporada estival, tras reformar la casa y la cuadra de sus padres para convertirlas en dos edificios, hoy nombrados 'La mansión del abuelo'. Para Carmelina ésta es desde hace años «mi casita de muñecas». Ella y su marido han trabajado duro desde que adquirieron la propiedad completa para rehabilitarla y mantener la esencia con la que nació. «Restauramos todos los muebles nosotros mismos, la gran mayoría originales», relata la propietaria, que además presume de haber confeccionado a mano cortinas, tapetes, cojines y muchos otros detalles decorativos.
Entrar en 'La mansión del abuelo' es cruzar el dosel de un museo vivo. Todas las habitaciones reproducen fielmente lo que un día levantó Víctor Sánchez Escalante, quien emigró a Cuba con 13 años y retornó con 38 celebrando grandes éxitos allí logrados. En uno de los salones de la primera planta de la casona presiden la estancia su retrato y el de su esposa, una bella joven descendiente de catalanes. A su lado están los de los siguientes dueños del inmueble, su hijo Aurelio Sánchez Grimany -padre de Carmelina- y su mujer. Ellos fueron los que realizaron la primera reforma de la casa, en el año 1932. Desde entonces hasta 1994 no tuvo otro mantenimiento.
«Nos une un sentimentalismo tremendo a esta casa, por eso nunca nos hemos planteado venderla», relata el matrimonio. De hecho, de entre todos sus hijos la más pequeña, nacida en Estados Unidos donde residen de forma habitual, ya ha manifestado su intención de ser la próxima propietaria. «Ella la va a conservar y algún día se la pasará a alguno de sus dos hijos». El matrimonio cree que la nueva certificación del patrimonio de Colombres como Bien de Interés Cultural es algo «muy bueno», entre otras cosas porque «estas casas realmente son tesoros dignos de proteger».
Quinta Buenavista
Es la única casona indiana de Colombres que se encuentra habitada durante todo el año, algo que quizás también influya en que su estado de conservación exquisito. La Quinta Buenavista se encuentra franqueada por dos grandes palmeras. Respetando su esencia inicial, el pasado año volvía a sus colores originales, el blanco y el granate. Luis Caso Rodríguez levantó en 1899 esta ilustre mansión que hoy conserva y cuida como su principal tesoro uno de sus nietos, Juan José Caso, que hace varios años también se hizo con la propiedad de la casa de Las Palmeras, otro icono colonial que se levanta al final de un largo pasillo de 18 de estos árboles, «único en Asturias», y que fue propiedad también de los Sánchez Escalante.
Caso recibió la noticia de la certificación autonómica de forma positiva. «Confío en que vaya a ser algo beneficioso para Colombres y para toda Ribadedeva», declara. Él, que también vivió en sus propias carnes aquello de la emigración, residiendo durante décadas en Caracas, ha tenido que salvar grandes dificultades en esta mansión. En el año 1979 un cortocircuito provocado por la caída de un rayo incendió la construcción, un suceso en el que hubo, sobre todo, «grandes pérdidas sentimentales». A pesar de haber ardido la práctica totalidad de los muebles originales, la Quinta Buenavista conserva sus fachadas originales. En ellas destacan dos centenarios jarrones de piedra, un amplio mirador y un balcón. La casona está rodeada de un extenso jardín y desde hace unos años cuenta con uno de los pocos hórreos del municipio.
En el interior, son abundantes los cuadros de grandes dimensiones en el transcurso de los dos tramos de escalera, donde destaca sobre manera la presencia de la madera en suelos y paredes. Para Juan José Caso otra parte positiva de la protección es perpetuar estas casas y todo lo que significan. Y es que, reflexiona, «ya quedan pocas en manos de sus dueños originales».
Pero éstas dos no son por supuesto las únicas. Están acompañadas por otras, como La Solana, El Cantu, la Casa de los Leones, Las Raucas, La Casa Roja, la Casona de Íñigo Noriega, la Casa de Piedra, el edificio Consistorial, la Quinta Guadalupe -sede del Archivo de Indianos y buque insignia de la huella indiana en Colombres- o la Iglesia de Santa María. Fue precisamente desde la restauración de éstacuando surgió la última reclamación formal del BIC para Colombres. O por lo menos así lo recuerda el párroco local, Amador Galán, que fue parte activa por aquel entonces. Tratando de encontrar financiación que respaldara la importante actuación que requería el templo, halló junto al anterior alcalde, Alejandro Reimóndez, un decreto por el que se estipulaba que cualquier edificio histórico ubicado en el transcurso del Camino de Santiago en Asturias pasaría a compartir su protección como Bien de Interés Cultural. «Este hecho nos allanaba el camino par optar al 1% Cultural del Estado, pero finalmente fue el Principado quien nos pidió que renunciáramos a la solicitud ya que se comprometió a certificarlo él mismo. Aquel fue el inicio del la declaración como BIC que ahora culmina», recuerda Galán.
Arquitectura y algo más
La joven historiadora Virginia Casielles opinaba la semana pasada que la declaración como Bien de Interés Cultural de Colombres «es un reconocimiento indirecto al fenómeno indiano». Pocas personas pueden atestiguar un estudio y un conocimiento tan amplios en este campo. Todo su trabajo de investigación se personifica en una figura, la de Manuel Posada Noriega, el maestro de obra que fue capaz de crear una saga y que contó con la confianza de los indianos para levantar la mayor parte de estas casonas, pero no sólo eso.
También son obra suya la traída de agua, las carreteras, el cementerio municipal o la red de alumbrado público, piezas de extrema importancia dentro de la consolidación de esta certificación. Entre los elementos más significativos de la riqueza de Colombres destacan también muchas obras públicas como la plaza central de la localidad -dedicada a uno de los grandes benefactores de la villa, Manuel Ibáñez Posada- o el Hospital-Asilo Ulpiano Cuervo. Barrios como El Cotero, de indudable estilo regional, también cuentan con esta protección. No sólo son los inmuebles o las construcciones lo que se protege sino también su entorno, elemento de suma importancia dentro del conjunto histórico de Colombres.
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