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Eduardo Noriega recogerá hoy el premio otorgado a su padre.
«Allá donde iba, se empeñaba en que todo el mundo visitara Colombres»

«Allá donde iba, se empeñaba en que todo el mundo visitara Colombres»

Su padre, Pío Noriega Sánchez, recibe el Premio Ribadedeva 2014, un homenaje a una vida dedicada en cuerpo y alma a su venerada tierra

ANDREA INGUANZO

Domingo, 7 de diciembre 2014, 01:05

Eduardo Noriega es un reconocido actor del panorama nacional que acaba de terminar el rodaje de la comedia musical 'Los miércoles no existen', trabajando con profesionales de la talla de Inma Cuesta, Gorka Otxoa o María León, pero hoy será únicamente un hijo orgulloso. Y es que, la tierra de sus raíces homenajeará a su padre con el premio Ribadedeva 2014, un reconocimiento a un ribadedense excepcional, embajador nato de una tierra que, aunque no le vio nacer, sí fue testigo de todo lo que por ella hizo a lo largo de su vida.

Hoy recoge el premio Ribadedeva que el municipio le concede a su padre, Pío Noriega. ¿Qué supone para la familia este reconocimiento?

Supone un orgullo inmenso. Estamos contentísimos y muy agradecidos, pero seguro que nunca estaremos tan orgullosos como lo estaría él, porque por encima de todo mi padre amaba su pueblo, Colombres, y el hecho de que aún hoy, 26 años después de su falta, se le recuerde y se le homenajee de esta forma para nosotros supone una enorme ilusión. Nosotros le recordamos con mucho cariño y estamos muy contentos de que se le vaya a rendir este homenaje.

¿Qué significaba para su padre este concejo y, en concreto, la villa de Colombres?

Él nació en México y pasó sus primeros años entre este país y los Estados Unidos, pero estoy convencido que allí toda su familia, que descendía por completo de esta tierra, le hablaría de ella. Antes de conocerlo ya lo añoraba. Llegó siendo todavía un niño y, unos años después, tuvo que emprender de nuevo viaje, primero a Francia y después de vuelta a México donde, seguramente, comenzó a idealizar Colombres desde el extranjero. Normalmente, cuando idealizas un lugar creas unas expectativas que cuando llegas se desvanecen. Pero a él no le pasó así, fue todo lo contrario. Cada vez que venía, esa pasión por su pueblo se acentuaba. Celebraba la fecha de su regreso como si fuera su cumpleaños, que también festejaba por todo lo alto. Fue una persona generosa, extrovertida, un grandísimo embajador de Ribadedeva. Admiraba, por ejemplo, la cueva del Pindal, de la que era gran conocedor, y la playa de La Franca. Allá donde iba no es que les invitase, es que se empeñaba en que todo el mundo visitara su tierra.

¿Ha continuado vivo ese sentimiento en la familia tras su ausencia?

Sí, sí que lo tenemos. En mayor o menor medida, dependiendo de a dónde nos haya llevado la vida a cada uno, al final siempre solemos recalar por Colombres. Compartimos todos una casa familiar a la que venimos, sobre todo, coincidiendo con las fiestas, una vez al año. Aunque creo que hacía tiempo que no estaba aquí toda la familia, que será lo que pase hoy. Todos los miembros de la familia vendrán para estar unidos en este día tan especial, en este homenaje a nuestro padre. Vamos a ser una buena expedición.

Sabiendo que ahora le han otorgado este premio, ¿cómo cree que se recuerda en Ribadedeva a Pío Noriega Sánchez?

Sinceramente, tenía la sensación de que la gente joven, las generaciones nuevas, ya no sabían quién era mi padre. Y no tenían por qué saberlo, en realidad. Por eso quizá me ha sorprendido más este premio, porque demuestra que se le valoró y que aún hoy se le valora. Siento que hay hacia él un cariño especial y eso a nosotros, a su familia, nos enorgullece muchísimo.

En la persona de su padre, y en a de sus hermanos, se materializó la unión de dos grandes sagas de indianos, los Noriega y los Sánchez Escalante. ¿En qué medida ha estado presente la huella indiana en su vida?

Siempre he tenido muy presente lo que era ser un indiano, desde que tengo uso de razón. Mi padre fue hijo de familias de indianos, vivió también en México y se alimentó de esa corriente. Era una persona autodidacta y muy concienzuda, que se interesaba por numerosos aspectos de esta tierra y uno de ellos fue sin duda la arquitectura popular. Las casas típicas asturianas, las viviendas de la zona y sus arquitecturas populares, sus usos y, sobre todo, lo que tenía que ver con la huella indiana. Recuerdo que me llamaban la atención las grandes palmeras plantadas en la entrada, como símbolo de anunciar algo así como 'aquí estoy yo'. Las características de esas casas hablaban de las fortunas que habían hecho al otro lado del océano, a la vez que transmitían conocimientos y que adquirí gracias a mi padre.

Muchos de sus hermanos nacieron también fuera de las fronteras ribadedenses, ¿qué recuerdos guardaba de sus estancias en la villa?

Su paso por Colombres recién llegado de México, siendo todavía niño, le marcó muchísimo. A él le encomendaron el cuidado de su abuelo enfermo, Víctor Sánchez Escalante. Desde entonces desarrolló una peculiar veneración por las personas mayores y, además, aprendió a ser responsable con los suyos y con los demás. Esta circunstancia le obligó a renunciar a tener una escolarización al uso, como sí tenían sus hermanos, y la ausencia de esa enseñanza le hizo valorarla muchísimo más que otras personas. De ahí que, años después, ayudara a muchas familias del pueblo para que pudiesen comprar libros o a financiar el comedor.

¿Recuerda alguna anécdota peculiar de su familia en Colombres?

Mi padre fue una persona que viajó mucho en su vida, pero sin lugar a dudas, el lugar que más le gustaba era éste. Recuerdo cuando veníamos en coche con él y al llegar al pueblo decía siempre: «Colombres, ¡la capital del mundo!». Y no tenía ningún pudor en decirlo. Es más, estaba convencido de ello. Mi padre fue el mejor embajador de esta tierra.

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