Borrar
Charo, el pequeño Ciro, Verónica, Pura, Gloria y Pepa, ayer Sorraos, a orillas del mar Cantábrico.
Sorraos, 50 años y mil anécdotas

Sorraos, 50 años y mil anécdotas

Ayer el emblemático camping de la playa de Barro cumplía medio siglo desde su apertura

GUILLERMO FERNÁNDEZ

Jueves, 14 de junio 2018, 11:06

El camping de Sorraos, situado en la playa de Barro, estaba ayer de fiesta al cumplirse 50 años de su inauguración. La jornada festiva se iniciaba con una misa de Acción de Gracias, oficiada por el sacerdote Francisco Panizo, y concluía con una espicha multitudinaria para cerca de 500 comensales. En medio, muchos reencuentros y profusión de besos y abrazos. Allí estaban Luis Pría, natural de Turanzas, y Conchita Villar, vecina de Barro, que se hicieron «novios formales» hacía ayer 50 años, en la romería posterior a la inauguración oficial del camping, que todos recordaban había sido amenizada por el conjunto llanisco 'Los Dados'. Tampoco faltó el barrucano Manuel Fernández, a quien bautizaron en aquella misma fecha.

Sorraos abría su instalación el 5 de julio de 1964 como una apuesta empresarial del matrimonio formado por Manuel Cue Gómez y Ángeles Martínez Cue y a la iniciativa se sumaron sus cinco hijos: Pura, María, Manuel, Pepa y Charo. El terreno original estaba formado por dos fincas a las que se fue acoplando más terreno hasta alcanzar los 12.000 metros actuales.

Ángeles, la fundadora, tiene 106 años y aún vive. Los propietarios actuales son las hermanas Pura, Pepa y Charo, aunque el negocio lo gestionan Gloria de Lorenzo, hija de Pepa, y los hermanos Verónica e Iván Díaz, vástagos de Charo. Para todos ellos resulta «imprescindible», la figura de la empleada Mari Rodríguez Dosal, que les acompaña desde hace 25 años y a quien definen como una «todo terreno».

Ayer en Sorraos era día de emociones, recuerdos y un millón de anécdotas que contar. Pura y Charo rememoraban que en el camping había ocurrido de todo: «El nacimiento de una niña, varios abortos, el fallecimiento de dos personas mientras dormían plácidamente, algunos infartos con final feliz y una perforación de estómago». El duodeno destrozado pertenecía a un veraneante alemán que «estando delicado de salud, se empeñó en cenar varios platos de fabada y tuvimos que trasladarlo a un hospital de Santander». Eso sucedía en 1968 y dos años más tarde, un hijo del teutón se presentó en el camping a dar las gracias a los propietarios en nombre de su ya recuperado progenitor.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcomercio Sorraos, 50 años y mil anécdotas