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El Cubano, ayer, tras cerrar sus puertas después de sesenta años regentado por Nano y Doro. P. G.-P.
El restaurante El Cubano de Candás echa el cierre definitivo

El restaurante El Cubano de Candás echa el cierre definitivo

El local, uno de los de más solera de la villa, baja la persiana tras la jubilación de Nano y Doro, que lo han regentado durante cerca de sesenta años

PEPE G.-PUMARINO

CANDÁS.

Jueves, 22 de febrero 2018, 00:09

«Buenos y tristes días. Queremos informarles de nuestra triste noticia. Desde hoy permaneceremos cerrados definitivamente. Ante todo, queremos dar las gracias a todos nuestros clientes y amigos. Muchas gracias por confiar en nosotros y un fuerte abrazo a todos». Con estas letras en internet, los hermanos Doro y Nano Fernández hacían pública su decisión de cerrar el restaurante El Cubano de Candás tras cerca de sesenta años de actividad desde que se hicieron cargo del local.

Este escueto anuncio caló muy profundamente en la comunidad y especialmente entre sus habituales y muchos clientes que no se lo esperaban. Porque El Cubano ha sido algo más que un tradicional bar de comidas para los candasinos al convertirse en una segunda casa por la que han pasado varias generaciones.

El motivo no es otro que la jubilación de los dos hermanos. Una de las más sorprendidas fue la propietaria del local, Marujina García García. Según explicó a este periódico, «fue anteayer cuando me visitó Doro para informarme de la decisión. Me explicó que era por su jubilación y la de su esposa. También tengo que decir que en ningún caso esta decisión obedece a un interés por subir la renta porque el contrato de arrendamiento está en vigor hasta 2022. Así lo acordamos hace años al revisarlo porque mi padre, que era persona muy generosa, se había comprometido a que los dos hermanos lo arrendasen de por vida», señaló.

La historia de El Cubano se escribe entre fogones y su popularidad trascendió hasta llegar a todos los rincones de la región y más allá de ella durante los años sesenta y setenta especialmente. La calderada candasina a base de marisco y pescado de la zona que se servía en sus comedores fue el principal reclamo, llegando incluso a fletar autocares desde Oviedo para disfrutar de este manjar marinero cocinado en El Cubano.

Detrás de lo meramente culinario, Doro y el Nano se encargaban del resto para satisfacer a su clientela. Sus raíces no son candasinas, sino que proceden de la localidad leonesa de Coladilla. Su relación con la villa marinera vino de la mano de Alfredo, de los Helados Helio, a principio de los años sesenta. Nada más llegar, Nano comenzó a trabajar como camarero en El Cubano.

El nombre procede de su anterior regente, José González, un cubano de la Casa Emilio Cuba de Guimarán, llamado Casa Carretilla, que estaba enfrente. Cuando se construyó el edificio de El Cubano, compró el bajo, donde abrió el negocio. Se trata, por tanto, del local de hostelería más antiguo y con más solera de Candás hasta el anunciado cierre definitivo.

Altruismo y generosidad

A lo largo del medio siglo que ha estado al frente del establecimiento tras la salida de su hermano Doro para gestionar el restaurante La Fonte, Nano le dio alma al local. Esta fue una de las etapas más florecientes en la que ambos, además, explotaban otro gran restaurante diseñado para bodas y banquetes con el nombre de La Martona. No obstante, el buque insignia pese a la modernidad de los otros dos, ahora también cerrados, siguió siendo El Cubano.

En este bar de comidas Nano dio sus primeros pasos en la hostelería a los quince años y en él permaneció diez años como camarero hasta que se hizo cargo del negocio, un ciclo que cerró en 2012, año en el que accedió a la jubilación. En abril de ese año recibió un caluroso homenaje de sus muchos clientes, familiares y amigos. Después, se trasladó más tarde a su pueblo natal, Coladilla, donde reside en la actualidad.

Tras de sí dejó un negocio consolidado y, sobre todo, como dijo entonces, una escuela de formación de la que salieron varias generaciones de camareros y hosteleros. Su máxima en todo momento siempre estuvo marcada por el calor humano y ofrecer todo lo mejor de su casa siempre con el mensaje de que «ningún cliente se marche sin comer tenga perres o no». Nano demostró así su generosidad, pero también su altruismo. Como ejemplo quedan las habituales visitas que realizaba a los centro geriátricos para charlar y animar las tertulias de los residentes. Otro gesto fueron las comidas con las que durante años agasajó en su restaurante a las personas discapacitadas del concejo. Siempre llevó la generosidad y el altruismo como bandera en su dilatada trayectoria como empresario hostelero.

Su hermano Doro también recibió una mención especial como presidente de la asociación de hostelería local.

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