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SARA GARCÍA ANTÓN
Domingo, 25 de junio 2017, 00:24
Sus cuerpos aparecieron en la playa. En los primeros días de junio de 1938 los vecinos encontraron los cuatro primeros cadáveres y ya en julio hallaron otros cuatro cuerpos. Todos ellos en las inmediaciones de Cabo Peñas, desde donde se cree que fueron arrojadas el 2 de junio de 1938. Asesinadas por su ideología, por su manera de encarar a la vida. Porque alguien incluyó su nombre en una lista funesta. Obreras, sindicalistas, madres... Tras su asesinato, sus cadáveres fueron devueltos por la mar. Y, de ahí, a una fosa común.
La memoria de esas mujeres, no obstante, no se ha perdido. Rita Fernández Suárez, Rosaura Muñiz González, Áurea Artime García y sus hijas Balbina y Plácida, Daría González Pelayo, María Fernández Menéndez y Secunda Rodríguez Fernández eran sus nombres. varias de ellas fueron enterradas en una fosa común en Bañugues -que ha sido recientemente objeto de una exhumación y está en fase de investigación- y ayer fueron recordadas en un emotivo acto celebrado en Candás bajo el título 'La memoria del mar'.
Allí, en el centro polivalente La Baragaña, se les rindió tributo en un acto al que acudieron familiares de las víctimas y, también, la arqueóloga de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) Arantza Margolles. Asimismo, asistieron la alcaldesa de Carreño, Amelia Fernández, y el regidor de Gozón, Jorge Suárez, además de la directora general de Justicia del Principado. Siempre con el recuerdo de estas ocho mujeres como guía, se glosó su trayectoria, aquella que las condenó y que motivó que fueran represaliadas y asesinadas por integrantes de Falange.
Una iniciativa en la que se hizo extensivo el tributo a todos aquellos que fueron asesinados aquel día. Los investigadores, explicaba Margolles, tienen la certeza de que al menos arrojaron al mar a trece personas, ocho mujeres y cinco hombres.
«Hubo cuerpos que se llevó el mar, por eso organizamos este acto, para aquellos que no volvieron», indicaron los promotores. «Hacemos este homenaje con el deseo de sacar la historia a la luz, no para reabrir heridas, sino todo lo contrario, para poder cerrar rencores», decía Margolles, una de las personas del grupo que trabaja en las exhumaciones de Bañugues y Pravia. «Es una investigación muy compleja», añadía sobre unos trabajos que considera puede proporcionar un «final digno» a las víctimas y a sus familias. Estos, los familiares que ayer acudieron al homenaje, durante el cual recibieron un detalle por parte de la organización. Un sencillo aunque simbólico regalo. «Después de la exhumación de una fosa, obsequiamos a las familias con una botella rellena de la tierra de la fosa o los alrededores y una etiqueta con la fecha de la exhumación», indicaba Margolles.
«Es un derecho y un deber, y hasta un gesto de humanidad, devolver los muertos de la contienda civil a sus deudos», indicó, por su parte, Amelia Fernández, quien consideró que esta tarea ha de acometerse «sin furor». «Esos restos son el recordatorio de una tragedia que nos debe sensibilizar y concienciar para que no se repita», remarcó la alcaldesa de Carreño. «Nadie puede estar por encima del derecho de las familias a dar sepultura a sus muertos desaparecidos. Pero este derecho no puede ser un filón político que excave en la Guerra Civil. No podemos permitirnos que intereses partidistas que nada tienen que ver con la restauración de la memoria empañen el recuerdo y los derechos de las miles de personas que aún se encuentran en las cunetas», defendió.
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