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PABLO PARACUELLOS
Lunes, 7 de agosto 2017, 02:51
Frente a coches de último modelo, rodeada de la tecnología expuesta en los estands, vigila la puerta del pabellón de Gijón en la Feria una locomóvil del año 1900; un artefacto de unos tres metros de alto y construido en acero, hierro y bronce. Servía como motor de vapor esporádico para desplazar grandes pesos en plena revolución industrial. Da la bienvenida a los visitantes al pabellón y les permite entrever una parte de lo que van a encontrar dentro; cuatro peculiares máquinas más del siglo pasado que se han movido del Museo del Ferrocarril de Asturias al recinto para mostrar el vestigio industrial de la región.
El director del Museo del Ferrocarril, Javier Fernández, explica que han escogido máquinas capaces de representar, cada una, las diversas ramas que han conformado el tejido industrial asturiano más potente desde sus orígenes.
En el caso de la locomóvil, se trata de un testigo directo de la primera revolución industrial y representa la fuerza de la producción local pues el artilugio perteneció a la empresa asturiana Alegría. Lo mismo representa la bancada de enclavamiento cedida por Adaro; un sistema de seguridad para las vías del tren mediante palancas y que funciona también como reconocimiento del ferrocarril en el pabellón.
El mar también tiene su representante con el chigre de vapor que en su día ocupó la cubierta de un buque de pesca hace 98 años. Es uno de los pocos cabestrantes de este estilo que se conservan en tan buenas condiciones y el objetivo del museo es volver a ponerlo en marcha gracias a la valiosísima ayuda de voluntarios como el mecánico gijonés Manuel Cañamero. Los marineros asturianos lo llamaban chigre, pero los mineros lo apodaron malacate y los obreros en la construcción de, por ejemplo, bombas lo bautizaron caballito. Los remolcadores eligieron por referirse a él por el anglicismo 'güichi' ya que su procedencia solía ser de Gran Bretaña; en Robert Roger & Co Engineers se construyó el del estand de Gijón.
Fernández resalta el papel del reloj que cuelga de una de las paredes del pabellón ya que «el edificio del puerto del Musel se construyó en torno a él en los años 30». Incluso cuando se derribó la estructura y se edificó uno nuevo en la década de los 50 el mismo reloj se recuperó y se estableció como una pieza central del mismo. Es uno de los primeros relojes eléctricos de los que se tiene registro en España.
En homenaje los mineros se puede contemplar una vagoneta, «seguramente construida en la fábrica de Moreda de Gijón», aunque ahora está cerrada. «Igual de importante es recordar el trabajo de los obreros del metal» recuerda el director del Museo del Ferrocarril, «aunque está vagoneta en particular la hemos escogido por su versatilidad». Por lo visto, este modelo se utilizaba también en obras públicas para mover escombros o los materiales. Fernández lo define como «una especie de furgoneta de la época; servía para mover de aquí para allá cualquier cosa en cualquier contexto».
Remata la exposición una máquina de liar cigarrillos modelo Vilaseca de 1947 en representación de la industria tabacalera de Asturias y «sobre todo del trabajo femenino en la revolución industrial, muy duro y mal pagado». Gracias a estos prototipos empezó la producción en serie de cigarros ya liados en la década de los 20. En aquel entonces fue cuando se popularizó el 'caldo de gallina', los cigarros armados con las virutas de tabaco más selectas.
Fernández asegura que aunque el Museo del Ferrocarril de Asturias no es la primera vez que participa en la Feria seguir haciéndolo supone «un motivo de orgullo y de alegría». Alaba el trabajo del Ayuntamiento de Gijón por su compromiso a la hora de conservar el patrimonio industrial de la tierrina.
Para el director del museo es vital que la gente de a pie pueda conocer el legado industrial de la primera revolución ya que supuso «un cambio profundísimo, total, en la sociedad, en la cultura y en la economía de todo el mundo». Los avances que se produjeron en aquel entonces, entre los siglos XIX y XX, «tienen una importancia vital en nuestra vida diaria, es el origen de todas las comodidades que tenemos ahora», sentencia.
El estand de Gijón aúna en el mismo pabellón esta exposición y la complementa con un viaje virtual a la mina y un espacio en el que todo gira en torno a los avances de la era digital, con vídeos que muestran hasta dónde ha llegado la tecnología. A juicio de Fernández, «atina perfectamente con este cambio entre industrialización y digitalización permite a los visitantes del estand crearse una visión del mundo que seguramente no conocieran».
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