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L. FONSECA
Domingo, 8 de enero 2017, 01:20
«Estoy agotada. Lo he intentado todo y ya no puedo más». Así se presentó el pasado octubre ante la redacción de EL COMERCIO Amaresh Fernández, la joven praviana de 24 años afectada de obesidad mórbida, que llevaba cinco años esperando por una cirugía bariátrica en el HUCA. Llegó sonriente, con un vestido azul que decía era su favorito, y dispuesta a que alguien la escuchara. Antes de hacer pública su historia, de explicar que sus 125 kilos de peso no se debían a que «esté todo el día zampando hamburguesas», Amaresh se había dirigido al hospital de su localidad, el San Agustín, donde acudía a consulta de endocrinología. También fue al HUCA, donde la habían derivado con la promesa de practicarle una operación de reducción de estómago que nunca llegaría y, también, al Servicio de Salud del Principado, para presentar una reclamación por la demora. Harta de peregrinar por consultas, de iniciar dietas que solo la llevaban al fracaso, y sobre todo, desesperada de que su turno en la lista de espera nunca llegara, Amaresh acudió al Defensor del Paciente y a EL COMERCIO. Quería dejar de ser, a sus 24 años, una joven obligada a vivir como una persona de 80. Quería atenuar su peso para paliar sus problemas de diabetes, de fibromialgia, de tensión, sus dolores en las articulaciones, sus dificultades para dormir... Quería, además, dejar de tener miedo «a viajar en tren, avión o autobús porque no sé si voy a entrar en el asiento. De no querer salir con mis amigos porque sé que voy a estar llorando tres horas ante el armario». Amaresh solo quería que le dieran la oportunidad de iniciar una nueva vida.
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