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ARTURO CHECA
Martes, 13 de septiembre 2016, 02:33
Juan Francisco esconde la cabeza en el cuello de su padre. Quizás 'el príncipe de caramelo', como lo llaman cariñosamente sus vecinos de Sueca, quiera soñar. Quizás quiera cerrar los ojos y escapar de la pesadilla en que se ha visto sumido por un sistema legal que supuestamente antepone el interés del menor por encima de todo: el mismo sistema que nada más nacer lo separó de su madre ovetense, el mismo que permitió que durante tres años llamara 'papá' y 'mamá' a Noelia y Alberto, el mismo sistema que ayer arrebató de esos brazos a Joan para entregarlo a su madre biológica, una joven asturiana de origen guineano, en cumplimiento de una sentencia de la Audiencia de Oviedo.
La escena antes de la entrega del niño resultó desoladora: Noelia no cesa de gritar '¡que se lo llevan, que se lo llevan' y los gritos de «¡injusticia, injusticia!» de la decena de familiares y amigos del pequeño que se concentran con pancartas alrededor de la Comandancia van a más. Joan, como le llaman en Valencia, acaba en brazos de un guardia civil. «Lo que más me duele es que al final el nene hasta se ha enfadado con nosotros porque le dejábamos con unos desconocidos. A ver cómo le explicas a un niño de cuatro años algo que ni tú mismo entiendes», explica Alberto con la voz quebrada.
Al otro lado de este viaje entre Valencia y Asturias, le espera María José Abeng, su madre biológica. Según la sentencia judicial que le devuelve a su hijo después de cuatro años: «No existe ninguna deficiencia para el ejercicio de una maternidad responsable. Su situación ha alcanzado mayor estabilidad tras un periodo de conductas disruptivas, coincidentes con su etapa de adolescente institucionalizada». Este es uno de los argumentos recogidos en la sentencia de la Audiencia de Oviedo que ha desencadenado el mal sueño en el que se ven envueltos Joan, Noelia Estornell y Alberto Bordes, sus padres de acogida. La resolución del tribunal echó por tierra el fallo del juzgado de primera instancia número siete de Oviedo que dio por bueno el proceso de preadopción. La Audiencia ordenó el inmediato regreso del pequeño de cuatro años con su madre biológica, María José Abeng, una joven de 19 años nacida en Guinea Ecuatorial. En el tránsito, no se ha podido organizar el 'periodo de acoplamiento' de cinco días recomendado por la práctica totalidad de expertos en pedagogía, cinco días en los que compaginar estancias con los padres de preadopción y la madre adoptiva para hacer menos brusco el cambio para el niño. El Tribunal Supremo no se pronunció sobre la suspensión cautelar de la entrega, reclamada por el matrimonio de acogida al recurrir la sentencia de la Audiencia. La misma no es firme pero ya está aplicada. A pesar de que la propia Fiscalía y la Consejería asturiana se oponen a la medida y han recurrido.
«Esto es un infierno que no tiene nombre. No sabemos dónde va a ir, ni con quién. Qué le va a pasar», explicaba la madre de acogida unos días antes de la fatal fecha. María José, la madre biológica del pequeño, acudió a la Comandancia de la Guardia Civil pasadas las 10 de la mañana. En el interior ya estaba Juan. «No han querido ni sentarse con nosotros a hablar. Si hasta se iban sin la tarjeta sanitaria del crío, que se la he tenido que dar yo», lamentó el padre de acogida. La joven, acompañada de su madre y de su actual pareja, no quiso hacer ninguna declaración. «Esto es una aberración jurídica», calificó Enrique Vila, abogado del matrimonio de Sueca. El letrado asegura que existe una nueva demanda de retirada de la patria potestad interpuesta por el Principado contra la joven. La retirada de la custodia de Joan se inició cuando la joven era menor, tras «nueve intervenciones por embriaguez y mala vida» de la progenitora, según Enrique Vila. A los 14 se quedó embarazada. En aquella fecha llevaba desde los 11 internada en un centro de menores. Tras dar a luz, temerosa de que le quitaran al bebé, se marchó con él a su país. Un mes después regresó e inició la batalla judicial para revertir la adopción.
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