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R. MUÑIZ
Martes, 5 de abril 2016, 03:15
«¿Qué cómo estoy? Fastidiado. Esto me hundió la vida; no tengo ganas de que empiece pero tampoco mucho que perder», responde, con la sonrisa triste. Es un acusado pero podía ser cualquiera de los trece del caso. La Sala donde se decidirá su culpa o inocencia se les ha aparecido en sueños muchas veces. Ayer, el lugar recibe con una última libertad. Los jueces tienen mucho que decidir como para explicarles dónde han de sentarse. Tras mostrar el DNI a la agente judicial, cada acusado buscó una silla, sin orden ni concierto.
Es así como José Luis Iglesias Riopedre (76 años) acaba arrinconado en segunda fila, entre Marta Renedo y su amigo Víctor Muñiz (67 años). A la funcionaria, ya lo dijo en su día, no la conocía de nada hasta que estalló la redada. Ayer le sirvió de parapeto para no compartir espacio con María Jesús Otero Rebollada, 71 años, su mano derecha de siempre, la que más puede perjudicarle los próximos días.
El banquillo queda constituido y varios ponen mirada de Infanta cuando la funcionaria permite que las cámaras los retraten así, juntos en el mismo banquillo, esperando destino. La prensa, que con detalle ha ido retratando toda la investigación, es la única que seis años después sigue el serial hasta el último capítulo. Antes no pasaba eso, claro. La primera vista pública del caso, cinco años atrás, movilizó a jefes de gabinete de una consejería, que se infiltraron entre el público, tomando notas sobre la suerte de Riopedre sin explicar para quién. Tres años hace desde que Ana Rosa Migoya declarase, con cierta dificultad para mantener la sonrisa ante el puñado de manifestantes que la aguardaban a la puerta de la Audiencia.
El proceso suma ya seis años, periodo que cambia a los acusados tanto como a la sociedad que los observa: de los cinco protagonistas principales de esta historia, a tres el banquillo les pilla ya jubilados.
«Tranquilo» se confesó Víctor Muñiz nada más llegar. Apeó la pajarita de su indumentaria, ya saben, los jueces agradecen la discreción. Marta Renedo también lo ha entendido y llega con el pelo más corto, sin los 'Louboutin' ni sus habituales ostentaciones. A María Jesús Otero su abogada nadie le pide que cambie; su discreción en el vestir siempre fue la mejor defensa contra las acusaciones de lujos privados. El juego de la silla dejará a Alfonso Carlos Sánchez, el más alto, ante al magistrado que lo juzga, lo que obliga a aguantar el tirón. Su antiguo rival, Muñiz, lo tiene mejor y de cuando en cuando distrae la mirada revisando el mobiliario de la sala.
¿Riopedre? El político que tanto discurso mostraba a las cámaras, ayer huía de ellas. Soporta las cuatro horas de sesión hundido en su silla, sin despojarse del abrigo, paraguas en la mano. Su letrado, en un acceso de defensa, le desnuda las cuentas y dice que el consejero que más cobraba en el Gobierno regional hoy no tiene ni 3.000 euros en el banco.
Los abogados consumen la primera de las sesiones entre revelaciones y exageraciones. Hay que anular las escuchas porque «la película 'Minority Report' ya muestra a lo que llegamos si no se respetan las normas», advierte uno y así llega a su fin la primera de las 37 sesiones. El banquillo se revoluciona de tanto bautismo, dejando a Otero y Renedo hablar de sus cosas. «No se conocían hasta que coincidieron en el furgón, camino del juzgado», dice quien las conoce.
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