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LAURA FONSECA
Lunes, 11 de mayo 2015, 00:45
Asturias es una región yodada. Por favor, abstenerse seguidores de 'Star Wars' ya que no hablamos de 'Yoda', sino de yodo. El consumo de este nutriente, que resulta esencial para el metabolismo, fue durante décadas un importante problema de salud en el Principado, donde el bocio llegó a ser endémico. Sin embargo, la región alcanza ahora niveles más que satisfactorios. Somos lo que se dice una población yodada. Tanto, que la Consejería de Sanidad ha decidido modificar los criterios de nutrición en embarazadas y mujeres que estén pensando en gestar, periodo durante el cual los niveles de yodo juegan un papel crucial para la salud y desarrollo del feto. Una resolución de la Dirección General de Salud Pública remitida a los centros de salud en enero pasado informa que solo debe aconsejarse un suplemento farmacológico de yodo cuando las embarazadas consuman pocos productos lácteos, donde este elemento también está presente. Lo óptimo está en consumir tres raciones de lácteos al día. Un vaso de leche -200 centímetros cúbicos (cc)- o su equivalente en derivados: dos yogures u 80 gramos de queso fresco o 40 de queso curado constituyen una ración láctea. Lo ideal es triplicarlo cuando se trata de embarazadas y lactantes.
Ración aconsejada.
Las embarazadas deben consumir a diario tres raciones de lácteos, en los que el yodo está presente. Una ración diaria está representada en un vaso de leche (200 cc). También en 80 gramos de queso fresco o 40 de queso curado.
Sal específica.
El uso de sal yodada no se generalizó en Asturias hasta 1983.
Piensos.
El yodo también se introdujo en los piensos en 1987. Fue a través de un decreto ministerial. Fue la medida más efectiva.
El yodo es un componente esencial de las hormonas tiroideas, necesarias para la regulación y estimulación del metabolismo, el control de la temperatura corporal, así como para el inicio del crecimiento y desarrollo normal de los órganos, especialmente del cerebro durante la etapa fetal y posnatal inicial. De ahí, la importancia de garantizar que los niveles de yodo sean los adecuados entre las embarazadas, a las que durante años se prescribió en España complementos yodados durante el periodo de gestación.
Trastornos del desarrollo
Cuando hay un aporte insuficiente de yodo, explica Salud Pública, la glándula tiroides no es capaz de sintetizar suficiente cantidad de hormonas tiroideas. Los bajos niveles de esas hormonas en sangre, lo que se conoce como hipotiroidismo, son los responsables de trastornos funcionales y anomalías del desarrollo. La manifestación más frecuente suele ser el bocio, un trastorno que durante décadas fue endémico en Asturias. En 1991, tras constatarse que una quinta parte de la población tenía déficit de yodo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) puso en marcha una estrategia de alcance internacional. Fue cuando se universalizó la yodación de la sal que se utiliza para el consumo doméstico. En España esa medida llevaba practicándose desde 1983. La promoción de sal yodada se introdujo en el ámbito familiar y también en los colegios (en los comedores escolares su uso fue obligatorio).
De manera simultánea, también se incorporó yodo a los piensos destinados al ganado de consumo doméstico. Eso hizo que la población recibiera un aporte extra de yodo a través de alimentos que tradicionalmente no se consideraban ricos en este nutriente. Hablamos de lácteos, huevos y pescados de piscifactoría sobre todo. En la última década, los expertos no se ponían de acuerdo en si debían retirar la prescripción farmacológica de yodo en embarazadas. En Asturias se creó en 2014 un grupo de trabajo para analizar la situación de nutrición en la región. En particular, se intentó determinar si estábamos lo suficientemente yodados.
La conclusión fue que sí. Diversos estudios realizados a lo largo de las tres últimas décadas en Asturias, los últimos de ellos en población escolar de 6 a 13 años de Cangas del Narcea y en mujeres embarazadas de Oviedo, demostraron que los niveles fueron creciendo hasta alcanzar tasas óptimas. La cifra de yoduría, tanto en escolares como en mujeres en edad fértil, supera ahora la media.
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