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OLAYA SUÁREZ
Martes, 2 de diciembre 2014, 00:23
Era lunes en Soto del Barco, pero el tedio habitual del inicio de semana se hacía mínimo comparado con otra losa muchísimo más pesada, la de la ausencia en las aulas de Amets y Sara, las dos niñas asesinadas el jueves por su padre en San Juan de la Arena. Ayer era el primer día de actividad rutinaria después de que el viernes tan solo una decena de padres decidiesen llevar a sus hijos a clase, dada la conmoción causada por el doble infanticidio. Se hizo duro, pero el acompañamiento de los psicólogos facilitó a los niños herramientas para enfrentarse a la pérdida de sus amigas.
La mayoría de los pequeños ya sabía que las hermanas Bilbao García, de 7 y 9 años, no acudirían al colegio. Pese a que algunos padres les trasladaron la noticia de la muerte achacándola a un accidente de tráfico, ayer los especialistas abordaron el tema sin ocultar la realidad, aunque sin detalles y tratando de que interioricen la anormalidad del episodio. «Tienen que entender que es un acto completamente anormal y que a ellos no les va a ocurrir lo mismo; les explicaron que no tienen que tener miedo de nadie porque su familia les quiere y lo que hace es cuidar de ellos para que sean felices», comentaba una madre a la salida del centro educativo. «Se trata de evitar por todos los medios que los niños desarrollen un miedo hacia su padre, por eso hay que buscar un equilibrio para no decirles mentiras y tampoco explicarles los detalles de lo que pasó», añade.
Los psicólogos de Cruz Roja ya estuvieron durante toda la mañana del viernes con los profesores del colegio, apoyándoles y proporcionándoles las pautas necesarias para saber cómo enfrentarse a las preguntas de los alumnos sobre el terrible episodio ocurrido el pasado jueves. Ayer les tocó el turno a los niños, prestando especial atención a las aulas de 1º y 4º de Primaria, a los compañeros de pupitre de las dos fallecidas.
«Al final los niños tienen mucha más capacidad de recuperación que las personas adultas. Puede que en un primero momento queden impactados por la desgracia, pero una vez que la interiorizan tienen más facilidad que los mayores para seguir adelante, para lo bueno y para lo malo, son más inconscientes», explicaron los psicólogos a los profesores.
«Nos ha golpeado de lleno»
Cinco días después de que José Ignacio Bilbao Aizpurua acabase con la vida de sus dos hijas -golpeándolas con una barra de encofrador que envolvió en papel de regalo- y luego se suicidase, el pueblo de Soto del Barco en el que residían las dos niñas con su madre aún no ha podido volver a la normalidad.«Esta desgracia que nos ha golpeado a todos no se podrá olvidar nunca, ha sido muy fuerte, ahora lo que más nos preocupa a todos es arropar a la madre y que trate de estar lo mejor posible dentro de todo el drama que está sufriendo la familia», decía José Manuel Fernández.
La madre de las niñas, Bárbara García, permanece recluida en su casa acompañada por sus hermanos y cuñados y con asistencia psicológica permanente. Hace año y medio la mujer había denunciado al que durante diez años había sido su compañero sentimental por vejaciones. Pedía también una orden de alejamiento, que le fue denegada por el juzgado de Pravia. La denuncia fue además archivada. El padre de las menores podía estar con ellas dos horas -de 4 a 6 de la tarde- los martes y jueves. Fue durante una de esas visitas cuando acabó con sus vidas en un ataque que la Guardia Civil considera premeditado.
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