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LAURA FONSECA
Domingo, 26 de octubre 2014, 01:17
Carlos Suárez (Sama, 1944) se acaba de jubilar tras 39 años como jefe de servicio de Otorrinolaringología del HUCA. Sin embargo, este cirujano y férreo defensor de la sanidad pública desde sus albores, allá por 1980, apenas ha notado el parón, ya que acaba de ser designado director científico de la Fundación de Investigación Biosanitaria (Finba). Suárez es un destacado miembro de la medicina asturiana. En 1975 llegó procedente de La Paz, en Madrid, al viejo Hospital Covadonga, donde formó uno de los servicios de otorrino que, en poco tiempo, se convertiría en referente nacional. Dirigió también el Instituto Universitario de Oncología del Principado durante más de una década. Casado con Carmen Álvarez Escudero, licenciada en Historia y con estudios superiores de piano, confiesa entre risas: «No tengo hijos naturales, pero sí muchos putativos». No echa de menos el quirófano: «Ya operé mucho, ahora que lo hagan los jóvenes».
Se acaba de jubilar como jefe de Otorrinolaringología del HUCA tras casi cuatro décadas y ha sido testigo directo del traslado al nuevo hospital. ¿Puede explicar qué pasa en La Cadellada? ¿Por qué tanto caos?
Es normal encontrarse con dificultades en una mudanza como la del HUCA, pero el personal debe formar parte de la solución y no del problema. En el HUCA hay mucha gente que trabaja por demás, pero también existe un colectivo, en mi opinión minoritario, que no tiene ni actitud ni trabaja bien, y ese es el que más protesta y el que más eco consigue. Hay servicios conflictivos y no son precisamente los que tienen mejores resultados.
Esto no va a gustar mucho a sus compañeros...
Lo que digo es algo muy sabido dentro del hospital. La Administración cometió errores, pero eso no es disculpa para que desde dentro los ampliemos aún más. Se habla mucho de la falta de estímulo, y es verdad. El Sespa se equivocó al crear una carrera profesional que fue un despropósito gracias a los sindicatos porque, en lugar de vincularla a méritos, se convirtió en un plus por antigüedad. El dinero ese no motivó a nadie y ahora pagamos las consecuencias.
Hay un nuevo HUCA y mejor tecnología. Sin embargo, parece como que las cosas estén peor. ¿Es así?
En absoluto. He oído a compañeros decir que estaban mucho mejor en el viejo hospital. Es tremendo. Los colegas que han venido de fuera, incluso los que nos visitaron de países árabes, nos han dicho que es un hospital grandioso. Se quedan admirados, pero aquí nos cuesta verlo.
Hombre, que llueva dentro de un hospital nuevo no ayuda mucho, y que haya demoras de un año y problemas con el Millennium, tampoco, ¿no cree?
Lo de las demoras se solucionará cuando el hospital coja el ritmo normal.
¿Y lo del Millennium?
El Millennium es verdad que tiene problemas, sobre todo en áreas sensibles como son la UVI o diagnóstico por imagen. En cualquier caso, creo que tienen solución.
¿No hubiese sido mejor hacer primero la mudanza y luego incorporar el Millennium?
Es muy complicado. No creo que fuese factible. A lo mejor se podría haber formado más a la gente mientras estábamos en el viejo hospital. En cualquier caso, el nuevo HUCA tendría que ser un revulsivo para cambiar la mentalidad. En la sanidad ha habido una sindicalización excesiva y hay otros modelos más profesionales.
¿Por ejemplo?
El Hospital Clínic de Barcelona. Allí, los que mandan son los médicos, no los sindicatos. Los facultativos eligen al director. Incluso una vez decidieron bajarse el sueldo para destinarlo a becas para residentes.
En el Clínic mandan los médicos. ¿Quién manda en el HUCA?
Los sindicatos. bueno, el Simpa.
Pero los sindicatos no eligen a los gerentes, ni siquiera al director.
Bueno, bueno. manejan hilos. Mire lo que pasó con la carrera profesional, los baremos... Aquí puede venir un premio Nobel y, finalmente, su plaza se la puede quitar uno que no hizo nada en 30 años porque prima la antigüedad frente a los méritos.
¿Confía en que el nuevo HUCA va a ser un gran hospital?
Sí, claro. Pero, para ello, hay que prepararlo. Hay que nombrar en las jefaturas a líderes de equipo, sean de Asturias o de fuera.
Cuando llegó en 1975 al Hospital Covadonga, ¿cómo era todo?
Era incalificable (risas). No había consultas externas. Teníamos que pasar consulta en habitaciones de la planta, con tres pacientes en la misma sala. Hacíamos las audiometrías en un cuartucho sin insonorizar. Era algo increíble, pero fueron años ilusionantes porque solo cabía mejorar.
Tengo entendido que de aquella se podía aparcar a la misma puerta y que había monjas y curas viviendo dentro del hospital. ¿Es verdad?
Sí, lo es. El Cristo era una zona muy alejada, donde casi no había tráfico. Cuando llegué en 1975 había monjas viviendo en el hospital, pero también enfermeras. La planta séptima del Covadonga, la última, estaba tomada por ellas. Poco a poco, las fuimos desalojando. Los curas estaban en la planta baja, donde la capilla.
¿Fue como director del Hospital Covadonga, en 1983, cuando las echó?
Cuando me nombraron director ya no había monjas, pero sí curas y enfermeras. A estos sí los tuve que desalojar poco a poco. No crea que fue fácil, ¿eh?
Treinta años para construir y tener un nuevo HUCA y una década para la Finba que ahora dirige. ¿Por qué cuesta todo tanto en Asturias?
¡Y hemos tenido suerte! Si no lo hubiésemos hecho hace unos años, ahora estaríamos sin nuevo hospital y sin fundación de investigación. De todas formas, no sé si sabe que el proyecto del centro de investigación viene de mucho más atrás.
No, cuente, cuente...
Hubo un proyecto en 1985, cuando Francisco Ortega era director general del Insalud. Propusimos crear un pequeño centro de investigación en el entorno del entonces Hospital Central y de la Facultad de Medicina. Estaba casi aprobado. Costaba poco más de 200 millones de pesetas. Pero tuvimos la mala suerte de que, antes de que se firmara el proyecto, se celebraran elecciones y cambiaran al ministro de Sanidad y al presidente del FIS (Fondo de Investigación). Nombraron a Ricoy, patólogo del Doce de Octubre, quien, al ver nuestro proyecto, le gustó y se lo llevó a su hospital.
La Finba echará a andar en primavera.
Bueno, la Finba ya está en marcha desde hace tiempo. En primavera terminarán las obras de adecuación del edificio que está al lado del hospital, pero ya estamos trabajando.
¿Con cuántos equipos de investigación arrancará?
No se puede saber todavía porque va a salir próximamente una convocatoria.
¿Quiénes podrán presentarse?
En esta primera convocatoria, solo los grupos que estén en el HUCA o en el área de Ciencias de la Salud de la Universidad de Oviedo. Habrá una serie de requisitos muy estrictos porque no queremos que la Finba se nos llene así, sin más. Buscamos contar con los grupos más potentes. Todas las propuestas que se presenten serán analizadas por un comité de expertos externo. Luego, en junio de 2015, sacaremos otra convocatoria para grupos de fuera.
¿Buscan algún perfil?
Sobre todo, gente joven, con proyección. No queremos figurones que vengan aquí a retirarse.
¿Y sobre qué temas?
Habrá tres grandes bloques: por un lado, cáncer; por otro, enfermedades oftalmológicas, cardiológicas y respiratorias, y, finalmente, medicina regenerativa y neurociencias.
Foro ha criticado su nombramiento en la Finba.
Cada uno puede opinar lo que quiera. No le doy importancia, aunque sí me gustaría aclarar que nunca me autopostulé.
En sus años mozos fue del PC. Ahora, ¿de quién sería? ¿De Podemos?
(Risas). Uy, qué va. Los de Podemos son unos demagogos. Dejé la militancia activa en el PC en 1984. Ahora me mantengo en la línea de la socialdemocracia, pero sin militar. Podemos surgió ante el descontento de la gente, pero estos movimientos mesiánicos no me dan mucha confianza.
Usted pelea todos los días por lograr financianción para investigar. ¿Cómo le sienta lo de las tarjetas 'black' o lo de Fernández Villa?
Me indigna. Así todo, duele mucho más lo de Fernández Villa porque de un banquero te lo esperas, pero de un minero y sindicalista, no. Hay que exigir que devuelvan el dinero y lo paguen con penas.
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