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MARCO MENÉNDEZ
Domingo, 5 de octubre 2014, 01:06
Una capa rojiza espectacular sin un pelo blanco es la principal característica de la emblemática cabra bermeya. Hasta ahora era muy difícil verla fuera de las altas cumbres asturianas, pero la presión de los depredadores, especialmente de los lobos, ha hecho que muchos criadores hayan optado por trasladarlas a terrenos más llanos, lejos de su hábitat natural. Es lo que ha tenido que hacer, entre otros, Jesús Álvarez, secretario de la Asociación de Criadores de Cabra Bermeya (Acriber). Se trata esta cabra de un animal en peligro de extinción, pues sólo hay 3.000 ejemplares reproductores, lejos de los 8.000 mínimos establecidos por la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura). Empeñados en subir ese número están los 78 socios de Acriber, aunque con rebaños muy dispares ya que algún criador tiene más de 400 animales, pero son muchos los que cuentan con menos de una decena.
El macho. De capas rojas uniformes, sin pelos blancos. Los cuernos son de sección triangular y van dirigidos de adelante a atrás y de adentro hacia afuera. Están abiertos en la parte final. Los cuernos pueden completar una espiral sobre sí mismos.
La hembra. De capas rojizas y tonos claros u oscuros. Los cuernos, dirigidos igual que el macho, son más pequeños y su sección es circular. En los ejemplares más viejos, la curvatura del cuerno es más acusada.
Jesús Álvarez, que tiene a sus ejemplares en Caldones, indica que, para incentivar la cría de la cabra bermeya, «estamos trabajando en darle una salida comercial». «Pero es la pescadilla que se muerde la cola, pues si no hay demanda el precio no subirá y no habrá más gente interesada en su cría», añade. No obstante, hay estudios que avalan el buen futuro de esta raza autóctona para el consumo de carne: «Hay un informe de la Universidad de Zaragoza que dice que la carne de esta cabra es muy rica en grasas buenas, que tiene un periodo de maduración de sólo 24 horas, es decir, no necesita serenar, y que dura más de diez días. Según esa universidad, nunca les había pasado esto», indica Álvarez.
Para tratar de aprovechar su potencial gastronómico, trabajan a través de la distribuidora Carnes de Asturias, que desde este año comercializa cabritos bermeyos.
La cabra bermeya está repartida en todo el territorio asturiano, pero sus criadores se encuentran con varios problemas. El secretario de Acriber explica que «es un animal que necesita la montaña y se ha de enfrentar a la fauna, a depredadores que hacen verdaderos estragos». «Pero también se encuentran rebaños mixtos con otras razas de cabra. Tenemos que tener cuidado y si se quiere mantener la raza pura hay que subir al monte todos los días para que no te vengan machos de otros rebaños. Y hay mucha gente que no lo puede hacer», dice.
La presión de los cánidos
El lobo es uno de los principales problemas y, por ejemplo, a un criador que tenía más de 50 ejemplares hace poco ahora sólo le quedan catorce. «Yo quiero que haya lobos en el monte, pero este crecimiento de su población es un verdadero problema», matiza Jesús Álvarez.
La cabra bermeya estaba prácticamente desaparecida. Álvarez explica que «en 1998 se creó la asociación y se empezó a recuperar el número de animales a partir de algunos rebaños que aún quedaban. Mucha gente había abandonado esta raza por la presión del lobo. Hay que tener en cuenta que hay muy pocas y si te las matan, no las puedes comprar. De otras razas puedes comprar un rebaño de mil cabras y tienes menos problemas».
Y es que, además, no son animales baratos. Si alguien quiere comprarlos se habrán de gastar unos 150 euros por una cabra adulta, alrededor de 110 por cada cabrito y, con suerte, algo más de 200 por un buen macho, aunque esos precios, claro está, «dependen de cada ganadero», apunta Álvarez.
¿Y qué hace falta para asegurar el futuro de la cabra bermeya? El secretario de Acriber asegura que «lo primero es mucha paciencia y, después, que la gente se involucre. En Asturias hay más de 50.000 cabras pintas, mixtas y de otras razas, pero sólo 3.000 bermeyas, que dan una mejor producción, tanto de leche como de carne, que los ejemplares de otras razas».
Además, es curioso que en la región haya dos tipos de cabra bermeya. Sólo se diferencian por su tamaño: las del occidente de Asturias son algo más pequeñas que las del oriente. ¿La razón? Álvarez alude a la geografía y a la altura de las montañas por las que se mueven, pero no se sabe a ciencia cierta.
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