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ÓSCAR CUERVO
Viernes, 13 de junio 2014, 01:02
José Ramón Badiola (Perlora, 1946) es el fundador de la ganadería Badiola, una de las más laureadas en España y Europa. Ayer recogió en el Pueblo de Asturias el XIX galardón que entrega el Club de Empresarios y Ejecutivos Asturmanager.
-¿Cómo acogió el premio?
-Los premios siempre sientan muy bien. En especial este, que es la primera vez que se lo dan a un empresario del campo, que siempre han estado un poco olvidados.
-¿Es posible que no se viese el campo como un sector económico?
-Creo que, realmente, hemos pasado a otros tiempos. Ahora, afortunadamente, el campo se rige como una empresa. Prueba de ello es que hace unos años una ganadería seria tenía 10 o 20 vacas. Ahora, la media es de 100.
-¿Cómo llegó a la ganadería?
-Es largo de comentar (ríe). Me crié en casa de mis abuelos maternos. Mi padre era maquinista naval y pasaba mucho tiempo navegando. Mi madre tenía una tienda de comestibles en Candás. La mayor parte del tiempo la pasaba en el caserío de mis abuelos. Son anécdotas que van surgiendo, pero, al convivir mucho con mis abuelos, viví también lo que me gustaba, que eran el campo y los animales. Por aquel entonces iba con mi abuelo a un caserío cercano, que tenía un molino y me entusiasmaba. Siempre quise tener uno igual.
-Hasta que lo compró.
-Sí. Mi padre dejó la mar y montó una tienda de muebles y electrodomésticos en Candás. Colaboré con él. El negocio funcionaba. En eso, el caserío de mis sueños se puso a la venta pero no pude comprarlo, ¡no tenía dinero! Dos años más tarde tuve una segunda oportunidad y no la dejé escapar. Así empezó mi andadura en la ganadería, en torno al año 1975.
-¿Siempre se dedicó a la leche?
-No. Al principio compré Asturianas de los Valles, para carne. Pero más que darme de comer, me comían ellas a mí. No había manera de sacar rédito. Por eso, decidí aventurarme con las de leche. Compré 14 al principio, en Torrelavega, donde me garantizaban alta producción. Tampoco salieron rentables por su mala genética.
-¿Pensó dejarlo?
-Fue un momento en que cundió el desánimo. Un amigo, un señor mayor y muy entendido en el mundo de las vacas, Silverio Blanco Argüelles, me sugirió entonces que fuese a Madrid. Allí se iba a organizar una escuela de jueces ganaderos. Era de las primeras. Y esa escuela marcó mi carrera. Ahí descubrí el modelo morfológico de la vaca ideal, la Holstein. Fue la primera piedra de lo que hoy día es la Ganadería Badiola. Pude ponerme en contacto con las mejores ganaderías de España. Fui uno de los tres participantes que consiguieron el título de juez. Apuntaba maneras... al menos eso me decían los expertos (ríe).
-¿Pisan fuerte las nuevas generaciones de ganaderos?
-Hay muchos jóvenes en toda España, todos los años hay escuela de jueces. La verdad es que hay interés. Hoy hay en España ganaderías muy buenas. Ese nivel tan alto se debe a la profesionalización del sector, al interés por la genética de las vacas, la selección y la excelencia.
-¿Cómo han afrontado la crisis?
-Los ganaderos tenemos que trabajar para dar valor añadido a nuestro producto. No se pueden ver en grandes superficies marcas con segundas leches a precios bajos que sirven de reclamo. Hace que pierda valor. Ello podría hacer desaparecer ganaderías, y, créame, del campo vive muchísima gente. A veces me paro a pensar en las personas que pasan por la granja y es increíble. Tenemos que apoyar al sector, y cada vez más. Son puestos de trabajos que un país no puede perder.
-En 2015 se suprimen las cuotas lácteas. ¿Qué piensa?
-Es un tema convulso que realmente temo. Costó mucho dinero comprar cuotas lácteas, porque son como propiedades, y ahora resulta que van a desaparecer. Estamos en desventaja respecto a otros países de la Unión Europea, y no debería ser así. A la hora de competir, tenemos que intentar producir todos por igual. Por ejemplo, hay países que subvencionan a ganaderos más que otros. Los franceses, que tienen un 30% de excedente, al revés que nosotros, tienen más subvenciones que los españoles. Deberíamos estar todos los países en igualdad de condiciones. Pero es lo que hay. Sobre todo, en el campo. Que siempre lo tiene más difícil. Basta ver las altas inversiones que tenemos que afrontar y lo expuestos que estamos a la especulación, como pasa con el precio de los cereales.
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