Viaje al interior de Blanca Suárez

Blanca Suárez se desviste... Pero solo de epidermis para arriba. Sobre su tan traída y llevada relación con Miguel Ángel Silvestre, ni una palabra. Ya hablan otros. Y mucho. Hay rumores de amarga ruptura, de acaramelada reconciliación... Pero al final, como en la canción de Raphael: ¿Qué sabe nadie? Tal vez ni ellos mismos lo sepan. De modo que la nueva chica Almodóvar se concentra en su trabajo, que en este caso consiste en posar en ropa interior como imagen de Intimissimi. «No creas concede Blanca, al principio me da mucho corte, solo que lo disimulo. Y luego ya me relajo». En lencería, la actriz es de apostar por el negro, «aunque este año me ha seducido la colección roja que ha diseñado esta marca para las navidades. En la cena de fin de año, mi madre siempre nos deja en cada asiento un paquetito con algo rojo... A veces un broche, a veces una liga o a veces la cosa más absurda que puedas imaginarte», ríe Suárez.

A esta madrileña de 25 años que se apellida Martínez de primero y se dio a conocer en series como El internado y El barco, le enamoró el piercing desde su más tierna adolescencia y se perforaba en lugares discretos, donde no pudieran verlo sus padres. «Todavía me cautiva confiesa, pero he tenido que decir basta por mi trabajo». Poco amiga del tanga, «porque me incomoda, aunque sé que a la mayoría de las chicas de mi edad les encanta», la novia de MAS (como se la conoce en las redes sociales) admite que «mentiría si dijera que nunca me he vestido para gustarle a mi chico, pero lo que jamás he perdido de vista es gustarme a mí misma ante todo». Y sugiere: «¿Por qué no atreverse a probar un día un liguero y ver cómo nos sentimos?».

Trabajar con Penélope Cruz

La pregunta tiene su miga, sobre todo viniendo de la pareja de un actor que ha hecho correr ríos de tinta (parte de ella, envenenada) por su participación en el polémico anuncio de lencería dirigido por Penélope Cruz. En él, Silvestre encarna a un obrero de la construcción que se queda traspuesto a pie de obra y sueña con una casa llena de tías buenas (entre ellas, Irina Shayk) que bailan y se contonean antes sus rijosos ojos en tanga, ligueros, sostén o corpiño... Suárez admite que le gustaría trabajar con Penélope y sale en defensa de la de Alcobendas. «Lo realmente machista es criticar que una mujer exprese su visión de la sensualidad o sexualidad. Lo que se cuenta en ese anuncio es una faceta del poder que tenemos las mujeres. ¿Eso es machista? ¿Sentirnos sexis? Que tire la primera piedra aquélla a quien le dé absolutamente igual que el que está enfrente la mire o no con ojos de deseo». Dicho lo cual, Blanca admite su sospecha de que en el fondo detrás de cualquier hombre, «incluso de los más evolucionados», se esconde ese obrero de la construcción que sueña con tías en liguero... «Yo diría que sí», confirma la actriz entre risas.

Alérgica a hablar de su vida privada ante un micrófono y a la vez aficionada a airear su intimidad a través de Instagram o Twitter, Suárez explica que «en las redes sociales eres tú quien elige qué contar y dónde poner los límites, cosa que con algunos tipos de periodismo no ocurre. El todo vale y la falta de escrúpulos están a la orden del día. Con las redes sociales puedes enseñar algunos momentos o sentimientos sin intermediarios, por lo que no hay lugar a mentiras ni manipulaciones. Tiendes un puente a la gente que te sigue y te apoya para estar cerca de ti y tú cerca de ellos». Gracias a eso, la hemos visto disfrutar junto a sus dos amores (MAS y su perro Pistacho) de un viaje en autocaravana o de una jornada de surf. «Dormir, reír, un plato de espaguetis o las sesiones dobles de cine» son las otras debilidades de Blanca Suárez, que se recuerda a sí misma como una «niña tranquila y muy deportista», que hace tiempo cambió el esquí por el snowboard y que detesta que la consideren pija. «Cómo nos gusta poner cartelitos...», protesta.