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RAMÓN AVELLO , OVIEDO
Lunes, 18 de noviembre 2013, 11:50
El propio Donizetti, como autor de la música y coautor del libreto, era consciente que Don Pasquale estaba situado entre dos aguas. Por una parte el tema procedía de la ópera bufa, pero el tratamiento se acercaba a la comedia burguesa de mediados del siglo XIX. El Don Pasquale que ayer atracó en el Campoamor, procedente del Festival de Ópera de Canarias y coproducido por varias entidades y teatros, entre ellos la Ópera de Oviedo, se adelanta prácticamente un siglo respecto al tiempo de Donizetti, pero permanece fiel a ese espíritu de humor desplegado en una sucesión de situaciones risueñas y cómicas. Y con esa apuesta temporal y dramática, convenció al siempre exigente público ovetense, que aplaudió mucha de las escenas e incluso se río a gusto con ellas.
En la concepción escénica de Curro Carreres se evidencia el guiño a la comedia cinematográfica de la primera mitad del siglo XX. En este Don Pascuale se intenta recrear, trasladando la acción a un crucero de placer, el espíritu de la comedia sofisticada, algo ambigua e irónica de las películas en blanco y negro rodadas por Ernst Lubitsch o George Cukor. Unos decorados funcionales, ideados por la diseñadora Esmeralda Díaz, basados en un elemento central móvil, sugieren la figura del crucero y de sus diferentes salas y camarotes en donde se desenvuelve la acción.
Se compone así una escenografia muy clara y variada, agradable, cómoda para los cantantes y para la coherencia de la acción. Por medio de la iluminación se recrean desde ambientes nocturnos e intimistas, como el del tercer acto, a salas de fiestas, como al principio del segundo acto, y en general se adapta bien a la idea de Donizetti de crear una comedia romántica y burguesa.
Uno de los grandes reivindicadores de Don Pasquale como ópera de música mayor fue el gran director Riccardo Muti. Efectivamente, la partitura, bajo una apariencia de ligereza y de simplicidad armónica, contiene grandes dificultades tanto de color orquestal, de tensión rítmica y de expresión vocal. Marzio Conti, al frente de Oviedo Filarmonía, la orquesta de la que es titular, ofreció una versión bien cohesionada y plástica. Conti extrae con sutileza toda la riqueza tímbrica de cada instrumento orquestal: la trompeta en el preludio del segundo acto, el violonchelo, los colores graves del fagot que suelen acompañar a Don Pasquale... Hay una concepción del tiempo muy fluida con notables crescendi y acelerandos fundamentalmente en las escenas de conjunto.
El coro juega un papel corto, pero esencial en algunas escenas, como la de la serenata de Ernesto Comè gentil y en otros momentos del tercer acto. Vocalmente muy compacto, es además un coro que se mueve con verosimilitud y que actúa y baila con corrección.
De los cuatro protagonistas, destacamos en primer lugar a Carlos Chausson, el veterano bajo barítono maño, que se adentra con vis cómica, agilidad y versatilidad vocal en el personaje de Don Pasquale, el avaro e ingenuo viejo. Chausson interpreta al personaje de una manera genial, no solamente con sentido del humor, potencia vocal y agilidad especialmente en el dúo con Malatesta prodigiosa, sino que también le da al papel en algunos puntos un tono de resignado patetismo. Fue el gran intérprete de la noche.
A José Luis Sola le hemos escuchado varias veces en el Campoamor, en papeles de vuelo lírico como el Tamino de La flauta mágica y más recientemente el Alfredo, en la función joven de La Traviata. El tenor navarro interpreta un Ernesto convincente. No tiene un torrente de voz pero la sabe administrar con lirismo y belleza. Su punto culminante fue el dúo con Beatriz Díaz en el tercer acto y la famosa escena Povero Ernesto.
Norina es un papel con muchos recovecos dramáticos y vocales. La soprano asturiana Beatriz Díaz se mueve con facilidad en todos estos perfiles del personaje. Fue una Norina de gran fuerza vocal y dramática. Pizpireta, graciosa, pero al mismo tiempo, por ejemplo en la escena de la bofetada, con una abierta carga de ternura. Lo más hermoso de su actuación fue el citado dúo junto a José Luis Sola.
El barítono Bruno Taddia, debutante ayer en el Campoamor, representó un Malatesta simpático y creíble desde un punto de vista dramático. Vocalmente, no tuvo una buena velada. Dificultad en el registro grave de la voz, potencia muy limitada, pero todo ello se subsanó con una correcta actuación cómica.
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