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Luis Medina tiene 32 años y es un ardiente defensor de los habanos./R.C.
«He alucinado dando el biberón»
Aristócrata de 32 años

«He alucinado dando el biberón»

Luis Medina afirma que su madre, Naty Abascal, es una abuela abnegada, «aunque cueste imaginarla»

ARANTZA FURUNDARENA

Sábado, 29 de diciembre 2012, 19:34

Conde de San Martín de Hoyos. Es el título que ostenta Luis Medina. Pero no lo busquen en su tarjeta de visita porque no lo encontrarán. «Nunca lo utilizo. Y eso que me siento orgullosísimo de él y de la historia de mi familia», advierte el hijo menor de Naty Abascal. Ardiente (nunca mejor dicho) defensor de los habanos, que le han ayudado a quitarse del cigarrillo, este altísimo aristócrata de 32 años acaba de vivir un acontecimiento digno de encender un puro: el nacimiento por partida doble de sus primeros sobrinos, los mellizos Rafael y Laura, hijos de su hermano mayor, el actual duque de Feria, y de Laura Vecino. «No sé si me van a llamar tío o tito Luis, porque todavía queda mucho para que hablen, pero lo que sí tengo claro es que yo quiero ser un buen tío».

«Son guapísimos», proclama, pero no les encuentra ningún parecido. «Todo el mundo rompiéndose la cabeza para ver a quién han salido y yo creo que es demasiado pronto para eso. El otro día me estrené dándole un biberón al niño y he alucinado con la experiencia. Estoy deseando repetir», asegura uno de los solteros de oro más cotizados entre el pijerío de Madrid y de Sevilla. «¿Ganas de ser padre? Sí, pero todavía tengo una serie de pasos que dar como por ejemplo tener pareja estable». La tuvo durante unos años, Alejandra Rojas, hija de la condesa de Montarco, pero aquello terminó y ya solo queda (que no es poco) una «estupenda» relación y la crianza compartida de algunas mascotas. «Teníamos dos perros y un gato, yo me quedé con la última en llegar, una perrita llamada Tula. Cuando tengo que ausentarme de Madrid la primera persona a la que llamo es Alejandra por si le viene bien quedarse unos días con ella. Otras veces es ella la que me llama, porque la echa de menos y quiere verla».

¿Y Tamara Falcó?

Luis acaba de mudarse a un piso en el centro de Madrid y ahora mismo («todavía no sé donde voy a poner el sofá ni la tele»), no está para organizar fiestas. Sin embargo, tiene fama de buen anfitrión. Por herencia materna, según él. En su casa nunca falta un 'cigar corner' que viene a ser «como un mueble bar, pero para los habanos», ni un buen vino con el que acompañar la cena. El último plato con el que dice haber sorprendido fue un carpaccio de boletus que copió de un restaurante. «Las setas las compré, porque si voy yo al campo a por ellas lo mismo me pierdo, o a saber lo que traigo», bromea. Muy bien equipado él, posee una mandolina con la que convirtió los boletus en finas láminas a las que añadió lascas de queso parmesano, aceite de oliva y sal. «A mí me gusta dar bien de comer -puntualiza el hijo de Naty- no sacar una pizza del congelador y calentarla. Hay que currárselo un poco».

Por esta y otras razones, más de uno ha pensado que este es el hombre con el que debería soñar Tamara Falcó, si no estuviera tan obnubilada con el catecismo. «Tamara es una niña encantadora. Pero ella y yo nos llevamos bien y punto. No hay más. El resto es un invento de los medios», zanja él. Y sobre la reciente vena espiritual de su amiga (que en estas mismas páginas declaró que si la llama el Señor, acudirá) prefiere no pronunciarse, aunque tampoco parece muy sorprendido: «Bueno, ¿por qué no? Eso es algo muy personal».

El hijo menor de Naty Abascal está en condiciones de afirmar que su madre es una abuela abnegada. «Ahora mismo su vida es su trabajo y sus nietos. Está completamente volcada en ellos, se desvive. Y no nos ha sorprendido porque ha sido una gran madre. A nosotros nos crió ella y no la típica nanny». Luis entiende no obstante que esa Naty «vestida superestupenda en cenas y actos sociales» a muchos les cueste imaginarla cambiando pañales o ejerciendo de canguro, «pero lo hace». Y es que a Medina le encanta dinamitar tópicos... Licenciado en Empresariales y dueño de un despacho de prensa que representa marcas de moda y que «contra todo pronóstico» está sobreviviendo a la crisis «gracias a los recortes que apliqué hace tres años», Luis admite que su apellido y su alcurnia le han ayudado, pero asegura conocer a mucha gente en paro y abrocharse el cinturón todo lo que puede. «No voy a decir que en nuestra casa haya armarios pequeños, porque vivimos de la ropa, pero yo ahora mismo solo me compro una camisa si la necesito, conduzco un coche normal y no colecciono relojes, tengo solo uno. A mí no me han educado en la abundancia, porque en mi casa nunca la hubo».

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