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CULTURAS

La música que llegó del frío

Veinte años después de la llegada a Asturias de los Virtuosos de Moscú, su filarmónico legado sigue estando presente en conservatorios y orquestas

PPLL

Sábado, 6 de noviembre 2010, 13:42

No fue fácil que llegaran a Asturias._Dice Graciano García, que entonces dirigía la Fundación Príncipe de Asturias, que lograr que aquellos 32 músicos rusos encontraran acomodo junto a sus familias unas 152 personas en total fue «como organizar una entrega de los Premios». El operativo duró meses. Pero, por fin, un 2 de noviembre de 1990 la Orquesta de Cámara de los Virtuosos de Moscú, una prestigiosísima formación constituida en la capital rusa en 1979, se instalaba en la región. Veinte años después, la orquesta tiene de nuevo su sede en la capital rusa bajo la dirección de su fundador, Vladimir Spivakov, pero en Asturias pervive el legado de su música, presente en la tarea formativa de los instrumentistas y profesores que aquí se asentaron en los conservatorios de Oviedo y Avilés y también en las notas de la Orquesta Sinfónica del Principado y de Oviedo Filarmonía, donde aún hoy tocan algunos de sus músicos y sus parejas.

«Esto surge de un contacto que tenía Plácido Arango, entonces presidente de la Fundación, con una judía noteamericana muy rica de origen ruso que le explicó que la orquesta de cámara estaba atravesando dificultades muy grandes en Rusia», relata Graciano García. En plena perestroika, aquellos músicos brillantes vivían una coyuntura cuando menos desafinada y aceptaron de inmediato la invitación de instalarse en Asturias. Lo hicieron con el ánimo de mejorar sus vidas, pero también de que el Principado escribiera en el futuro una nueva partitura. Su viaje debía cumplir y cumplió un objetivo: dar conciertos, por supuesto, y que la comitiva participara en la creación de una escuela de música de élite que nunca llegó a crearse al modo en que los rusos querían, pero sí se hizo una realidad a través de la Escuela Internacional de Música de la Fundación Príncipe de Asturias.

Fue aquel un proyecto musical ambicioso. Y complicado hasta desde el punto de vista diplomático. «Fue una operación con la embajada española, la embajada rusa, con problemas diplomáticos, legales, de asentamiento y ubicación...», rememora Graciano García, que no duda en tildarla de «inmigración cultural de primer nivel». Eran 32 familias las de los 24 músicos, pero también las de los seis profesores y otros dos trabajadores más de la orquesta que se ubicaron en pisos de Oviedo, Gijón y Avilés y que, además de tocar juntos, comenzaron a mostrar sus enseñanzas en la región. «Fue un proceso bastante duro, porque hubo muchos papeles muchos nervios y para nosotros fue necesario cambiar de mentalidad después de tantos años en Rusia», señala Amayack Dourgarian, que llegó a Asturias como solista y director asistente de los Virtuosos y actualmente es profesor de violín en el Conservatorio Superior de Música Eduardo Martínez Torner del Principado de Asturias, ayudante de concertino en la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) y profesor de violín en los Cursos de Verano de la Escuela Internacional de Música de la Fundación Príncipe de Asturias.

Contrato hasta 2003

El contrato que les unía a Asturias duró tres años y concluyó en 2003. Y entonces, Vladimir Spivakov hizo regresar a la formación a Rusia para instalarse en el Mipac (Moscow International Performance Arts Center) de la capital rusa. Pero el retorno de un sello de calidad musical a sus orígenes no fue el de sus músicos originales y primigenios. La mayoría o se quedaron en España o tomaron otros rumbos por el planeta musical. En estos momentos en Asturias viven poco más de una docena de aquellos músicos y profesores que llegaron del frío. Si Amayack Dourgarian se quedó en la OSPA, como otros tres compañeros y algunas de sus esposas, también dedicadas a la música, fueron más los instrumentistas que, como Igor Sulyga, pasaron a engrosar las filas de lo que primero fue al Orquesta Sinfónica de Oviedo (OSCO) y después se rebautizó como Oviedo Filarmonía. Esta orquesta se gestó en parte para dar cabida a los músicos rusos de los Virtuosos.

«Estos veinte años han sido como un año y eso ha sido gracias a la ayuda de los asturianos», dice en un castellano que excusa continuamente el profesor Dourgarian, que sabe cómo de aquel viaje Moscú-Asturias se han bajado ya muchos compañeros. Muchos han muerto. Sin ir más lejos, de los seis profesores llegados en 1990, tres han fallecido y un cuarto se fue con la música a otra parte. En Oviedo solo continúan dos:_Alexei Mijlin y Yuri Nasushkin. El último es el director artístico de la Escuela Internacional de Música de la Fundación y estuvo también al frente de la Joven Orquesta del Principado de Asturias y de su homónica en la Comunidad de Madrid. Este virtuoso del violín llegó a Asturias con 37 años, una mujer y una hija y sostiene que el papel de aquella generación de músicos ha sido clave en la región. «La situación de la música en Asturias es ahora mucho más profesional, casi no hay rincones en España donde no trabajen nuestros alumnos._En mi aula, durante estos 17 años de conservatorio, estudiaron chicos de todas las ciudades españolas, han venido y siguen viniendo», afirma. No le falta razón. Asturias antes de su llegaba miraba poco más allá del piano. Ahora, el Conservatorio de Oviedo se ha convertido en una referencia en lo que respecta al violín.

Ahí se deja ver ese legado que además de hablar ruso, habla otras lenguas eslavas. Porque aunque los Virtuosos llegaran de Moscú, sus integrantes tenían distintas procedencias. Yuri Nasushkin es ucraniano; su mujer, moldava. Sí es ruso, de la gélida Siberia, Sergey Teslia, que en la actualidad es concertino de la Orquesta Nacional de España y que ejerce como profesor de violín en los Cursos de Verano de la Escuela Internacional de Música de la Fundación Príncipe. Él es uno de esos Virtuosos que se fue de Asturias para hacer carrera en otros lugares. Primero tomó rumbo a Sevilla en cuya sinfónica estuvo ocho años; después a Madrid. Muchas horas de escenario y de carretera carga sobre sus hombros este violinista que renunció al avión para viajar a Asturias y se vino en pleno otoño de 1990 por carretera desde Moscú. Tenía 29 años y se marcó 4.500 kilómetros atravesando Polonia, Alemania y Francia. Él fue de los que se instaló en Gijón, donde hace 18 años nació su hijo mayor. Feliz con la experiencia y con la oportunidad que le dio aquel viaje, piensa que su papel en la mejora de la situación musical de Asturias no fue tan capital. «Yo pienso que la situación comenzó a mejorar entonces en todo el país, pero no sólo por nuestra presencia, ya había entonces muchos músicos extranjeros», señala._Dicho de otra forma, fue un momento en el que España comenzó a tomarse más en serio la música y los frutos se han ido dejando ver: «Yo no creo que sea mérito nuestro».

Sergey se quedó, algunos músicos volvieron a Rusia, otros tomaron rumbo a Londres, a América y a un sinfín de lugares más, pero todos recordarán aquellos días de noviembre en los que trataban de asentarse en un planeta más cálido, con menos cultura músical, con un idioma diferente y con los estantes de los supermercados a rebosar. «Fíjate que recuerdo que vi las lágrimas de algunos músicos y familiares cuando les llevamos al Corte Inglés al ver la cantidad de cosas que había en la sección de alimentación», recuerda hoy Graciano García, para retratar aquellos años posteriores a la caída del Muro en los que la escasez en Rusia era brutal. «Nuestra llegada fue complicada, sin duda ninguna, somos parecidos pero diferentes, pero el ser humano no cambia, cambia la geografía», dice Yuri Nasushkin veinte años después y creyendo haber hecho muy bien los deberes: «Supongo que si no hubiésemos conseguido una realización personal no nos habríamos quedado aquí».

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