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La primera copa de Galiana
TONI TORRES LARA

La primera copa de Galiana

PPLL

Domingo, 27 de diciembre 2009, 11:59

Antonio Torres Lara, 'Toni', entró a trabajar en un taller cuando aún no había cumplido los catorce. Duró poco. El trato recibido le empujó a abandonar la tarea y emplearse en una sidrería de Llaranes. Ese paso, tan banal en principio como un simple cambio de trabajo, marcaría el futuro de una persona que conoce como pocos el desarrollo de la movida nocturna de una ciudad, Avilés, que en los setenta estaba plagada de jóvenes asalariados de Ensidesa con los mismos deseos de tomar una copa un martes que un domingo.

Y había donde hacerlo. El barrio de Sabugo era un hervidero de gente que desde primera hora de la tarde subía y bajaba la calle haciendo paradas en los locales que vivieron la edad dorada del barrio. En aquella época, finales de los sesenta, Toni trabajaba por cuenta ajena. Fueron años de formación en negocios ya desaparecidos como el Cherry Lane o el Sagari. Lugares en los que adquirió tablas para lanzarse a la primera piscina propia: el Ochobre.

«En Sabugo no se podía poner nada porque los locales eran muy caros. Vi una casa en El Carbayedo que me gustaba y que era asequible. Además, no había nada, sólo estaban el Tataguyo y los bares de la partida. Fue lo mejor que hice», afirma.

La última frase tiene una justificación. El movimiento de Toni, abriendo un local de música tranquila en el que se podía hablar o tomar uno de los cócteles de los que aprendió a hacer junto a sus primeros profesores de barra, provocó una tendencia que convirtió la plaza de El Carbayedo y la calle de Galiana en el nuevo centro de ocio de la ciudad. «Fue la época más divertida de Avilés», dice.

Su apuesta estaba clara: montar un local diferente, a su gusto, donde escuchar buena música y tomar una copa de calidad. «No era el típico bar de barrio».

Pronto se puso de moda y eso se tradujo en que «todo el mundo» pasaba por él. Incipientes políticos de todos los colores buscaban un hueco para hablar con discreción de lo que aún era tabú en España. Jóvenes universitarios que escuchaban Radio París, mantenían sus primeros contactos con plásticos de Tom Petty o Bruce Springsteen traídos de Barcelona en un tiempo en el que lo que más sonaba era Luis Escobar. Incluso algunos engañaban la mirada del dueño para fumarse un porro clandestino, porque en los locales de Toni «nunca se ha podido fumar. Al menos, abiertamente. Eso creaba problemas y nunca lo he permitido».

La discreción en la charla de los parroquianos y el buen ambiente que se respiraba en su local hizo que nunca tuviera problemas con la policía, en una época en la que la guardia civil todavía usaba capa y tricornio. «Ellos se dedicaban más a los bares de chicas, a no ser que fuera un sitio descarado».

De esa época, de las reuniones en la playa con una caja de sidra y una guitarra para cantar canción protesta, de las noches con saco de dormir para ver amanecer sobre la arena, de los grupos mixtos en los que el sexo no era un imperativo, «al menos en mi círculo», Toni guarda el recuerdo de un colectivo que cambió su forma de ver la vida. «Cuando abrieron el hospital y vinieron los médicos de fuera, nos quitaron las orejeras. Hablo de mí y mi círculo. Quien más y quien menos había estado en mayo del 68 y no tenían que dar cuentas a nadie más que a su conciencia».

Galiana seguía creciendo y Toni decidió abrir un nuevo local, Les Ablanes. El concepto, un bar para gente joven, dinámico y en el que se bebía «mucho espumoso». La época, principios de los ochenta, había hecho cambiar a la gente. Se podía hablar, no había prohibiciones y «todo estaba por hacer». Al crecimiento de esta zona contribuyó también la caída de Sabugo, un barrio en obras donde los padres ya empezaban a encontrarse con sus hijos en la misma barra. «Esa es la clave de la desaparición de una zona. Cuando un padre se encuentra tomando copas con su hijo, se va a otro sitio», asegura.

Les Ablanes funcionó hasta los años noventa. Un poco antes, Toni abrió el local al que más cariño ha profesado: La Farándula, también en El Carbayedo. Música en directo, amplitud y toda la experiencia de una persona íntimamente ligada a la hostelería puesta al servicio de la diversión. «Era un bar atemporal que hubiera funcionado en cualquier época». Por allí pasaron M-Clan, Maná cuando todavía no era Maná, Víctor Manuel... «Lo pasamos muy bien. Hacíamos 'jam sessions' con la gente que pasaba por allí».

El incendio

Pero la desgracia llamó a la puerta de La Farándula. En 1991 un incendio acabó con la parte alta de este bar de tres plantas y cercenó también algo en el interior de su dueño. Un año tardó en conseguir la licencia para poder arreglar el tejado. Con el local reformado, volvió a abrir sus puertas, pero ya no era lo mismo. «Lo traspasé. Me faltaba ilusión».

Durante el proceso de reforma, Toni ya había pensado en una nueva apuesta que se concretó en El Garaje, un local para escuchar música rock que se convirtió en su último bar de copas. «La historia empezó a cambiar y se movió a la zona de Rivero», recuerda.

Al cambio de tendencia geográfica se unió el de los hábitos de los avilesinos. Fue la época en la que las drogas duras invadieron la movida nocturna y Toni, después de muchos años sirviendo copas, optó por no servir a una gente que venía «más desquiciada. Había muchas pastillas y eso no iba conmigo. Aquella noche, para el que la quisiera».

Regreso a Sabugo

Y cambió la noche por el día. Acostumbrado a acostarse a las cinco de la mañana, decidió abrir el restaurante La Araña en la plaza de El Carbayo, en Sabugo, cuando esta zona comenzó a revivir tiempos pasados de vinos, tapas y copas. De nuevo, fue uno de los pioneros. «Al principio costó acostumbrarse por el horario, pero luego fue bien. Mi vida siempre ha sido tranquila».

Ahora, Toni está en un compás de espera. Hace apenas unas semanas que ha cerrado su restaurante y se dispone a poner en marcha nuevos proyectos, aunque esta vez poco tienen que ver con la hostelería. «Estoy preparando una línea de cosmética erótica con mi pareja que se llama Probócate».

Hay más ideas. Otro proyecto para el mes de julio se está gestando en su cabeza, pero no hablará de él hasta que no esté a punto de echar a andar. Seguro que, de nuevo, será de los primeros en poner las fichas sobre el tablero de juego.

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