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RAMÓN AVELLO
Viernes, 22 de febrero 2013, 01:14
Perry So volvió a dirigir de nuevo a la OSPA en uno de esos programas complejos, tanto por la variedad de estilos como por la dificultad de las obras, con poderío, exactitud, belleza y sensibilidad. No sabemos si, como decía Napoleón, «Cuando China despierte, el mundo temblará», pero sí que cuando el director chino levantó la batuta, el Jovellanos y la OSPA temblaron de emoción. Comenzó el concierto con la 'Sinfonía N.º 29, en La Mayor' de Mozart. Perry So dirigió de memoria una obra de la que extrajo una gran delicadeza en matiz y mucha vitalidad en los acentos, logrando llenarla de vida a pesar de que se fundamenta en pocos efectivos sobre el escenario -maderas y vientos-.
Salvador Brotons es compositor, director de orquesta y banda de música y flautista. De su oficio musical da muestra el 'Concierto para trombón, Op. 70', estrenado en 1997 en el Palau de la Música, e interpretado ayer por primera vez en Asturias con Christian Brandhofer -trombón principal de la OSPA- como solista. Se trata de una obra extensa - cinco movimientos que se tocan ininterrumpidamente-, de gran densidad sonora y que constituye un hito en la incorporación del trombón a la música contemporánea española. Brandhofer hizo una interpretación genial, entresacando del trombón la mayor gama de efectos expresivos posibles y hasta tesituras extremadas que no sabíamos que ese instrumento podía dar. La primera cadencia, con efectos como el 'frulatto'; contrapuntos con la flauta en el tiempo lento; melodías extremadamente líricas en el cuarto movimiento sobre un 'ostinato' en las cuerdas, y pasajes de gran agilidad y ligereza fueron sus méritos. La obra se escucha bien, tiene recuerdos a Stravinsky en los ritmos punteados y aunque pantonal, se sigue con facilidad. Tras los aplausos, el solista interpretó de propina la canción asturiana 'Si quieres que te cortexe'. Nunca que yo recuerde el trombón estuvo tan cercano a la voz humana.
La 'Quinta Sinfonía en mi bemol mayor', de Sibelius, al igual que buena parte de la obra del compositor finlandés, recuerdan a un mosaico en el que las piezas van engarzando y uniéndose con prodigiosa exactitud y variedad de colores. La versión de So fue muy orgánica, con sonoridades rotundas, un viento metal flexible y exquisitamente empastado, una gran movilidad del tiempo interno y gran variedad de dinámicas. Es muy difícil provocar una sensación de solidez estructural y al mismo tiempo sutileza y gracia en esta sinfonía. Perry So lo hizo, y ese es el encanto de su versión. Por todo, se ganó la ovación de un público que ocupó las tres cuartas partes del teatro.
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